Opinión
Por
  • MODESTO ARJONA ORTIZ

Cuando la tormenta pase...

Tiempo habrá de exigir responsabilidades. Ahora estamos en salvar vidas. No obstante, algunas cosas ya parecen estar claras. A saber? El Gobierno, que llegó tarde como en la mayoría de los países de nuestro entorno, hizo en un principio lo que pudo con lo poco que tenía. En la gestión de la pandemia ha podido cometer errores que en su momento se podrán analizar, y si a ello le sumamos una política de comunicación tan torpe, es indudable que no va a tener nada fácil sacar adelante la legislatura.

La oposición, especialmente Vox y PP, nos están sacando los colores ante Europa por la vergüenza que produce su actitud de acoso y derribo al Gobierno en un momento en que el país está viviendo la mayor crisis social de su historia reciente. La miseria moral de Torra está fuera de lo admisible y no merece la pena dedicarle más atención.

El partido de la banderita ya hace tiempo que se tiró al monte y cambia directamente muertos por votos. Quedamos a la espera de ver qué dicen las urnas cuando llegue el momento. Lo del PP es más grave. Casado, que había despertado grandes expectativas de ser el líder moderno y capaz de articular una alternativa moderada con sentido de Estado, se va confirmando como un niñato al que siguen meciendo la cuna desde una fundación que ha colocado a Cayetana Álvarez de Toledo para garantizar que el partido mire hacia el futuro aplicando las políticas del pasado. Es patético ver a Casado delante del espejo con una corbata negra preguntándose qué más puede hacer por este país; sus juegos de palabras, sus frases hechas, sus visitas a mercadillos y su permanente preocupación por la cámara instalada en el Congreso, dibujan un líder de una mediocridad verdaderamente preocupante. Si a ese perfil le sumamos el papelón que interpreta la paleta de Díaz Ayuso, que cada vez que abre la boca manifiesta su indigencia cultural, el panorama del primer partido de la oposición es desolador.

Pero, sin duda alguna, lo más destacado de este tiempo, dejando a un lado la nunca bien ponderada valía profesional y humana de nuestros sanitarios, es el comportamiento de la ciudadanía en general, con las lógicas excepciones. En verdad que emociona y enorgullece pertenecer a un país así. Como ocurrió tras el intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981, el pueblo español, muy por encima de sus dirigentes, está dando una lección magistral de temple, sentido común, responsabilidad y saber estar. Todavía falta mucho y esperan tiempos muy complicados. La llamada "nueva normalidad" en realidad significa que nada va a ser igual; que hay que reinventarse y aprender mucho de todo lo que está pasando, que debemos cuidar más lo público no solo con palabras sino con presupuestos, que la sanidad y el cuidado de nuestros mayores no pueden ser un negocio, que la naturaleza nos da un serio aviso para que revisemos cómo nos relacionamos con ella, tantas cosas que aprender?pero la calidad de nuestro pueblo es tal que no solo vamos a salir adelante sino que lo haremos más fuertes, más solidarios y con una autoestima colectiva muy reforzada.

Capítulo aparte merece el planteamiento que el Gobierno ha hecho para afrontar y salir de la crisis, pero eso será en otro momento. Mientras tanto, cuídense en casa.