Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La educación tras la pandemia

Una pandemia configura un escenario poco propicio para la prospección, para la planificación, al menos mientras la pelea contra el patógeno se halla en toda su virulencia. Los esfuerzos se concentran, los temores se disparan y la vista se focaliza hacia la búsqueda de la luz de la salida, por lo que todos los procesos de definición de la ingeniería social en el mejor significado de la palabra han de dejarse para más adelante. La templanza requiere de unas circunstancias apropiadas y desde ella se pueden concebir mejor los pensamientos y la acción.

En la actual coyuntura crítica, de forma inadecuada prosigue la tramitación de la futura ley de educación, en un periodo de enmiendas que, aunque se ha prorrogado relativamente, no debiera discurrir mientras la movilidad está reducida y la atención dispersa. Es una faceta de una sociedad tan nuclear que demanda concentración máxima, sosiego, mucho diálogo y la búsqueda de esas ecuaciones que tan sólo multiplican las virtudes cuando todos son capaces de sumar la voluntad.

La peculiaridad de nuestro estado de las autonomías provoca situaciones tan excepcionales como la acaecida con la última legislación, que apenas ha sido aplicada en algunas regiones. Lógicamente, las más próximas al gobierno que la propició. Ahora, algunos de los anuncios de la ministra Celaá son replicados desde diferentes comunidades, amenazas incluidas de desacato. Y, en medio, la polémica sobre los centros de educación especial, un modelo de éxito reconocido internacionalmente, que la titular educativa ha querido aplacar. En verdad, una encrucijada como la de estos días ha de servir para entender que para aprobar de una vez una normativa vital para el futuro hay que detenerse, pensar, repensar y hablar.

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