Opinión
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  • Diario del Altoaragón

San Lorenzo habrá de esperar un año

Don Damián Peñart acogía con alborozo la nueva peana del santo patrón, fruto de la suscripción popular, en 1958: "Es fruto de una veneración multisecular de Huesca a San Lorenzo y es obra del pueblo creyente, de la colaboración y entusiasmo de muchos oscenses". Probablemente, la tristeza por la suspensión de las fiestas laurentinas constituya un desgarro para los ciudadanos de Huesca, de la provincia, de Aragón y de los muchos seguidores que, desde todo el mundo, esperan el estallido del cohete el 9 de agosto para sumergirse en el mágico ambiente de alegría, convivencia y fraternidad que caracteriza este acontecimiento de Interés Nacional.

A la consternación por los efectos devastadores del virus, unimos los oscenses la pena que invade nuestros corazones ante la obligada determinación que ha comunicado el Ayuntamiento después de consultar a diferentes colectivos afectados por tan drástica medida. La prioridad, a estas alturas, es la salud de las personas, por más que podamos legítimamente preguntarnos por la terrible afección que va a tener para sectores económicos que cimientan en las espectaculares fiestas una porción muy relevante de su supervivencia y desarrollo.

No hay, empero, alternativa ni réplica, porque la del coronavirus es una crisis sobre todo de certidumbres, que tan sólo se circunscriben a lo negativo mientras en el escenario de las esperanzas apenas emergen argumentos sobre los que soportar una normalidad anhelada. En la confusión, en el dolor y en el luto, no se puede jugar a la ruleta rusa, sino asumir con entereza todas las medidas que emanen de la responsabilidad. La única certeza es que debemos protegernos y cuidarnos, con la convicción de que en 2021 el contagio será de júbilo. ¡Viva San Lorenzo"21!