Opinión
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Decidir la política sobre el agua

El rechazo del Tribunal Supremo a las alegaciones de Riegos del Alto Aragón contra la anulación del anteproyecto y declaración de impacto ambiental del embalse de Biscarrués por entender que son contrarios a la Directiva Europea del Agua devuelve al punto de partida una aspiración que supera las tres décadas y que se ha reformulado en varias ocasiones hasta la última -y poco ambiciosa- pretensión de los 35 hectómetros cúbicos. Ya se presumía este desenlace después de los anuncios que, cual augures, realizaron varios representantes institucionales en los últimos meses, que aventuraron el nulo futuro del proyecto se supone que sin conocimiento del fallo divulgado ayer.

Precisamente, la decisión del órgano judicial evidencia la necesidad no sólo de convocar la Mesa de Diálogo del Agua, a la que hay que añadir voluntad de reflexionar y determinación imperiosa de establecer cuál va a ser la política de esta comunidad autónoma respecto a un recurso que se puede y se debe concebir como factor de desarrollo en su mayor integralidad, sin renuncias y, en la medida de lo posible, aglutinando intereses. Estrategia, en definitiva, para poner en marcha todas las infraestructuras con las que dotar de medios a los regantes con el objetivo imperioso de ser más competitivo en la elaboración de alimentos ante el empuje de un continente meridional vecino que suma ya el 10 % de la producción agraria del planeta en el 24 % de la superficie cultivable, aprovechamiento que irá a más con los grandes embalses financiados por China. Aragón tiene una fortaleza, que es la fertilidad potencial de sus tierras que se convierte en oportunidad para la transformación, y no admite pasividad ni demoras. Debemos establecer qué queremos hacer con el agua. Y actuar. La ideologización no riega.

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