Opinión
Por
  • YOLANDA BARA

Diario de una trabajadora telemática

Sábado por la tarde. Estamos en fase 1 y afuera llueve.

He tenido una semana dura, la verdad. Me siento como una mierda. No hay recurso literario que adorne lo que pienso. Como Jefa de Estudios de un colegio que suele funcionar como la seda gracias a la calidad de la gente que lo compone, me siento totalmente frustrada. Puede ser por las diez o doce horas diarias que echo delante del ordenador o colgada del teléfono, independientemente de que sea entre semana o fin de semana, tan ansiado en condiciones normales y que ahora se difumina en una semana laboral sin fin.

Creo que todos los que formamos parte de esta profesión tan vocacional nos sentimos igual, pero somos voces incomunicadas, ahogadas en la distancia, apagadas por el afán de atender a nuestros "niños", o en mi caso a los compañeros que dejan su cuerpo y alma cada día en dar lo mejor de ellos para que todo siga en una "normalidad anormal".

Pero no es esto lo que me enciende, no, porque os conozco y sé que eso es lo que menos se puede esperar de vosotros. Lo que realmente me cabrea es que después de casi dos meses navegando solos, tomando decisiones para las que ni mucho menos estamos preparados y haciendo de nuestras dudas nuestro caballo de batalla, parece que la administración despierta, y ahora de repente hay que llevar un control exhaustivo de lo que se hace, de lo que se dice, de lo que se manda, de las decisiones acordadas, de lo que se informa... como si durante este tiempo nos hubiéramos dedicado a estar relajados en nuestras casas esperando que nos dijeran lo que había que hacer. ¡¡¡¡¡Pues no ha sido así, no señor!!!!!! Hemos puesto nuestros recursos telemáticos, nuestras wifis, nuestras facturas de luz y nuestro tiempo personal que hemos recortado de la atención a nuestras familias y del cuidado de nuestra salud física y mental en muchos casos. Durante este tiempo nadie nos ha preguntado si lo llevábamos bien, si necesitábamos algo, si disponíamos de recursos, si estábamos preparados emocionalmente para lo que nos ha venido encima. Han sido dos meses de viajar a la deriva, sin tener muy claro hacia dónde dirigir el timón.

Y aquí me encuentro. Vuelvo al sábado por la tarde en una tarde lluviosa y vuelvo a aquello que me ha hecho reaccionar. Me conecto al drive compartido con los compañeros que se ha vuelto nuestro "nexo de unión", el sitio en el que rellenar las tediosas tablas de seguimiento y de contenidos que ahora de repente son "básicas e indispensables" para la administración. (Todavía no entiendo cómo hemos sobrevivido todo este tiempo telemático sin ellas, y por si no queda claro, la ironía impregna mis últimas palabras). Y ¿Qué me encuentro Tablas que están siendo rellenadas ahora mismo, y no de cualquier manera, por cierto, sino con toda la profesionalidad de la que se dispone ¡¡¡¡En sábado por la tarde!!!! Y todo eso para no quitar ni un minuto durante la semana del tiempo de atención a nuestros chicos, que por eso de la vocación, sigue siendo nuestra prioridad.

Y si somos sinceros, poco puedo hacer, y esa impotencia todavía me cabrea más. Pero aunque he empezado a escribir como reivindicación, he acabado escribiendo más desde el sentimiento y desde el orgullo que creo que tenemos que tener porque nadie podrá decir que no hemos hecho de la educación nuestra seña de identidad.

Así que sinceramente, un abrazo a todos mis compañeros desde la distancia.