Opinión
Por
  • Diario del Altoaragón

La desconfianza invicta

Hace 110 años: "Ni nuestros amores, ni nuestras aventuras, ni nuestros pensamientos tienen bastante interés para ser comunicados a los demás, a no ser que se exageren y se transformen. La sociedad va uniformando la vida, las ideas, las aspiraciones de todos". El inicio de "Las inquietudes de Shanti Andía, una más de las bellezas literarias sencillas, francas y sabias de Pío Baroja, un observador de las realidades y las costumbres. 1911. Y hoy incurrimos en la necesidad, para abandonar la indiferencia y la nadería intelectual, de hiperbolizar todo porque, sin la desproporción se desnuda a los emperadores públicos de la frivolidad. Quizás no sea cuestión de falta de preparación, pero probablemente, como denuncia Andreas Schleicher, artífice del Informe PISA, la clase pública es el epítome de la incompetencia generalizada de aplicar los conocimientos a la vida real, esto es, a la búsqueda de soluciones para edificar una sociedad más reflexiva, crítica y proactiva.

Entramos en la enésima prórroga del estado de alarma. De no ser por el enflaquecimiento de la memoria, casi nada de lo que hoy se escucha admitiría la prueba de la hemeroteca, ni las estadísticas, ni las mascarillas, ni los criterios -en el caso de que los hubiere-, ni las previsiones ni las provisiones, ni la coherencia argumentativa. No saque nadie pecho. El aplanamiento de las curvas de muertos y contagios, terribles en su expresión absoluta, obedece exclusivamente al miedo y a la desconfianza. Al temor de la pérdida de la salud y de la vida. A la carencia de credibilidad, desde las instituciones mundiales a las nacionales, por su ineptitud para aportar una sola certeza, desde las causas de la infección hasta los medios de protección, pasando por los tratamientos y los recursos. Negarlo es hacerse trampas jugando al solitario.

Diario del AltoAragón