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  • Diario del Altoaragón

Nunca un premio será tan celebrado

Manuel Vilas, en Ordesa, asegura que los españoles somos muy dados a decir que no, y que precisamente por esta querencia a la monarca le recomendaban, cuando se pudiera elegir, contestar siempre "sí". Obviamente, entra dentro del relato de la narrativa, pero esta obra del autor barbastrense tiene un punto no sólo de autobiografía sino también de cierta prospección en la personalidad colectiva de los españoles. Muy pocos aspectos de la vida pública, más allá de algunos hitos deportivos o gestas épicas de otros órdenes, son capaces de concitar en torno a sí a la generalidad –la unanimidad es imposible- de los españoles. Precisamente relacionado con la Casa Real, el del Premio Princesa de Asturias de la Concordia al personal sanitario entregado heroicamente al tratamiento del coronavirus no ha podido recoger más ovaciones, pues la institucional del jurado de ese galardón se suma a las que durante muchos días procuramos a nuestros admirados profesionales, tanto los que estaban en facetas asistenciales como a los otros cuerpos esenciales que trabajaban en medio de una atmósfera hostil mientras todos asistíamos, compungidos, a la devastación en contagios y muertes por la enfermedad.

Los espectáculos deprimentes y denigrantes de la democracia y de la concordia en el parlamento representan el contrapunto sobre el que sostener la oportunidad de la distinción global a los sanitarios, que no empece para que llegue acompañada de la carga reivindicativa justa y firme sobre sus condiciones y sobre las responsabilidades de quienes les han sometido a riesgo severo. Y es que, para apreciar la bondad en la entrega de quienes dan lustre a la humanidad, los mares de sombras sirven para disociar lo ético de lo execrable.

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