Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

Del rojo al verde, pasando por el amarillo

Hay un refrán muy expresivo según el cual más vale ponerse una vez colorado que cien veces amarillo, que en el caso que nos ocupa significa que si el presidente del Gobierno hubiera tenido el coraje de admitir desde el principio que mantener a toda costa la manifestación del 8 de Mayo fue una temeridad y que se arrepiente de haberlo hecho, ya nadie hablaría de este tema. Estamos casi en esa eufemística "nueva realidad" y en vez de estar trabajando para sacar al país del agujero económico, Pedro Sánchez tiene metidos a dos o tres ministros en una trituradora, a los jueces cabreados, a sus propagandistas hablando de golpes de Estado y él mismo ha terminado ofendiendo gravemente a la Guardia Civil, a la que ahora culpa de esconder en su seno una perversa "unidad patriótica" que no tendría más remedio que desmantelar. El amarillo está pasando al verde y nada indica que este tema pueda ventilarlo como ha hecho con el plagio de su tesis doctoral.

No hacen falta muchas luces para saber que aquella manifestación no debió haberse celebrado. Yo, al menos, no lo habría permitido. También se equivocó el presidente francés Emmanuel Macron con las elecciones municipales, pero este lo admitió, pidió disculpas y nadie se lo está restregando a estas alturas. Si el presidente del Gobierno hubiera hecho lo mismo, ni los videos robados a la esposa del vicepresidente Iglesias (qué mal me suena esta mezcla de intereses gananciales en el Consejo de Ministros) tendrían importancia, ni el reflejo colérico del ministro del Interior con el cese del coronel Pérez de los Cobos habría sucedido, con todo lo que ello ha arrastrado de sospechas de un gravísimo tic autoritario y antidemocrático. A una metedura de pata que tenía fácil solución se han ido sumando otros patinazos, a cual más estrafalario, hasta llegar a acusar a la oposición de estar deseando o favoreciendo un golpe de Estado.

No recuerdo fue el inefable doctor Simón o el ministro por accidente de Sanidad quien dijo que lo más fácil del mundo es predecir el pasado y tenía razón. Como dice un amigo de Secastilla que acaba de ser nombrado para un cargo provincial muy relevante, cuando al tocino ya le has visto la entrepierna, cualquiera sabe decir si es macho o hembra. Por eso habría bastado con un gesto de humildad de Sánchez en el que se hubiera reconocido que, efectivamente, no se podía saber entonces lo que conocimos después. Pero negándose a ello no hace sino alimentar las tesis que presuponen que en el Gobierno si eran conscientes de la peligrosidad que entrañaba aquel acto. De hecho, cada nuevo episodio en esta catarata de despropósitos se ahonda en la sospecha de que en algún momento se debió producir un debate en el que a pesar de que ya se conocían las "medidas super drásticas" de otros países, por citar otra vez a la esposa del vicepresidente social, se tomó la decisión de mantener la manifestación. Y no se puede evitar que haya un creciente interés público por saber si fue así o no.

Tampoco se puede ignorar que ha habido informes técnicos que se han dado por solventes y que indican que la manifestación no tuvo en realidad ningún efecto relevante en el desarrollo de los contagios. Es posible. En ningún caso eso permitiría considerar que fue una medida acertada, pero si podría ayudar a ese acto de contrición necesario, puesto que si fue algo que no tuvo consecuencias notables, tampoco tendría tanta importancia si el presidente reconociese que se equivocó en algo tan insignificante que sin embargo va a ser el "pecado original" de toda la legislatura.

Pero no. El presidente del Gobierno es un mentiroso compulsivo y no le importa ir añadiendo una trapacería detrás de otra, porque está acostumbrado a ello y desconoce lo que es ponerse rojo cuando te pillan en una mentira. También el ministro del Interior Grande Marlaska está haciendo el ridículo y dinamitando todo su prestigio, aunque a él se le nota más cuando miente, tal vez porque tiene menos práctica. Después de lo que ha hecho y dicho, si sigue en el cargo es seguramente porque ya no puede dar marcha atrás sin reconocer que ha cometido varios delitos, algunos muy graves. Y porque si Marlaska entrase en este tortuoso camino judicial, le tendría que seguir su inmediato superior, el doctor en economía, porque en el Gobierno las decisiones son colectivas y las asumen todos sus miembros, aunque valga la pena recordar que no se puede obligar a alguien a declarar en contra de su conyugue, aunque los dos se sienten en el Consejo de Ministros. Me pregunto quién es el que se está riendo de todo esto mientras contempla cómo arde el ministro del Interior.