Opinión
Por
  • CARMEN MARCUELLO SERVÓS

Sabiñánigo

La memoria es selectiva. Está fraguada por la interpretación personal de lo ocurrido. Dicen los "expertos" que, transcurrido un año, el cincuenta por ciento de un recuerdo se ha deteriorado. Sin embargo, ese recuerdo nos parece que es exactamente lo que pasó. Los detalles más duraderos son aquellos que proceden de situaciones más emotivas y se apoyan en una historia. Esto nos ayuda a no olvidar. ¿Quién sabe qué quedará en nuestra memoria después estos días de confinamiento y estado de alarma Viví en Sabiñánigo hasta los dieciocho años. Después, he pasado veranos y todo el tiempo que me han permitido el trabajo y la familia. En mi memoria continúan imágenes, conversaciones y, especialmente, lo que me transmitieron mis padres. Predominan historias de acción colectiva. Historias donde distintas personas decidieron que su presente era el resultado de sus decisiones. Quisieron ser protagonistas de su propia vida. Por ejemplo, Amigos de Serrablo. Una asociación de personas que apostaron por recuperar el patrimonio cultural mediante la tenacidad y el esfuerzo, especialmente de Julio Gavín, D. Antonio Durán Gudiol, Javier Arnal, entre otros. En esta asociación hubo y hay muchas personas que creyeron y creen en la necesidad de dar vida a la memoria de unas piedras convirtiéndola en la Ruta del Serrablo, el Museo de Dibujo de Julio Gavín en Larrés, el Museo Etnológico, la revista y muchas otras actividades. Tuvieron sus apoyos y también sus detractores o, mejor dicho, los que ponían palos en las ruedas, muy habitual en nuestra tierra. Pero siempre han sabido superarlo. Hay muchos más ejemplos de acción colectiva en Sabiñágino, como en el resto de nuestro país, Aragón. El Conservatorio Profesional de Música comenzó a finales de la década de los 70 como iniciativa de padres y madres que quisieron dar la oportunidad a sus hijos e hijas de acceder a la formación musical. En 1991, el Club Ciclista Peña Edelweiss se imaginó la Quebrantahuesos, una prueba cicloturista que, en tan solo diez años, ya participaban más de 4.500 personas y hoy es una referencia internacional. Y así, podría continuar con una larga lista de entidades como el Orfeón Serrablés, la Filmoteca, asociaciones de vecinos, cooperativas de viviendas, el Grupo de Montaña GMS... Me dejo muchas otras experiencias por comentar, pero todas tienen un mismo elemento común: son historias de decisión y acción colectiva vinculadas a la comunidad para resolver problemas, satisfacer necesidades y hacer posibles las aspiraciones y sueños imaginados.

En mi caso, vivir y conocer de cerca todos estos relatos no solo me han dejado recuerdos, si no también aprendizajes que han marcado mis propias decisiones. No fueron enseñanzas teóricas sino muy prácticas y concretas. Aprendí que es fundamental apoyar la capacidad de autogestión de las comunidades y la creación de redes entre instituciones y organizaciones locales, para fortalecer y extender los valores democráticos y cívicos en una comunidad. Que la generación de capital social y la cohesión social no se improvisa, se construye con acciones comunes. Que la ayuda mutua es el resultado de decisiones inteligentes en las que en lugar de competir decidimos cooperar para alcanzar lugares soñados. Porque esto permite abordar retos ambiciosos para satisfacer las necesidades económicas, sociales y culturales como personas, familias, colectivos y organizaciones. Creando un mundo más libre, más democrático, más equitativo y más solidario.

Dicen que los recuerdos que mejor perduran son los de la adolescencia y la primera juventud. La pregunta que me surge en estos momentos es: ¿qué recordarán nuestros adolescentes y jóvenes de la situación que estamos viviendo Confrontación, crispación, miedo, mentiras o transparencia, diálogo, deseo de superación y apoyo mutuo. Afortunados quienes, en su memoria, sean capaces de sembrar el futuro que todos soñamos.