Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

Lo que nos faltaba

Lo que nos faltaba
Lo que nos faltaba

Resulta un poco cansino tener lidiar con estos argumentos tan pueriles de los que afirman que algunas de las prácticas personales del Rey emérito que están siendo sometidas a una investigación judicial constituirían una deslegitimación de la institución monárquica. Que yo sepa, desde Valery Giscard D"estaing –y ya han pasado unos cuantos- todos los presidentes de la República francesa sin excepción han tenido una cita desagradable con los tribunales y a nadie se le ha ocurrido pensar que eso desacredita al sistema político. Como Rey, don Juan Carlos fue extraordinariamente beneficioso para España y si como ciudadano ha cometido errores, para eso está la ley que debe aplicarse con justicia. De todos modos, la condena ya la tiene porque estas manchas le acompañarán por la eternidad en los libros de historia y empañarán todo lo demás. El problema es que en la actual coalición de gobierno hay una fuerza política que vive de esas teorías del simplismo demagógico y quiere aprovechar la coyuntura para intentar llevarlas a cabo ahora que el PSOE, que tradicionalmente había sido el pragmático y razonable muro de contención de esa izquierda rupturista, está dirigido por alguien como Pedro Sánchez a quien estas cosas le importan un rábano y de hecho los ha metido en el Gobierno.

¿Qué se le podría reprochar a Felipe VI, que durante este convulso periodo se ha comportado con una dignidad ejemplar El Rey es en estos momentos, por así decirlo, el último asidero de la estabilidad y también el más débil, porque puede ser atacado pero no tiene derecho a defenderse. Desde esa posición, sin embargo, la monarquía es en estos momentos la última cerradura que sostiene nuestra democracia, nuestra Constitución y nuestro país tal como lo conocemos. Es prácticamente lo único que queda de España y por eso se ha convertido en el objetivo de esa amalgama de fuerzas políticas pegadas al Gobierno y cuyo principal interés es destruirla. Si lograsen derribar al Rey, tengan por seguro que no tendríamos una república sino varias.

Nunca he entendido esa supuesta superioridad natural que se atribuye al régimen republicano como organización política, porque no explica que la República de Corea del Norte no sea entonces mejor que el Reino de Dinamarca, por ejemplo. De todos modos, al frente de una república también se puede elegir a gente como Donald Trump o como Jair Bolsonaro, igual que en una monarquía parlamentaria aparecen personajes como Boris Johnson. La diferencia no está entre la monarquía y la república, sino entre la democracia y la tiranía y en la capacidad de una sociedad para decidir el mejor camino hacia la prosperidad, que afortunadamente es lo que nosotros disfrutamos desde hace más de cuarenta años, con una monarquía parlamentaria.

Pero en esta nueva generación de políticos, cuya mediocridad intelectual causa un asombro infinito si se compara con la que hizo la Constitución que ellos quieren destruir, hay una voluntad clara de atacar a la monarquía como si eso fuera la causa de los problemas que tenemos los españoles. El Rey ha hecho gestos clarísimos –e imagino que personalmente muy dolorosos- para distanciarse de su padre, porque es lo que tenía que hacer. Sin embargo, la comisión de investigación que Podemos intenta poner en marcha en las Cortes, no tiene por objeto averiguar nada que no vaya a ser sustanciado a través de los tribunales a propósito de esas comisiones, sino darse el gustazo de atacar a la institución desde dentro del sistema, nada menos que en el Congreso, con la idea de medir la solidez de sus cimientos. Y el primer indicio de esa solidez será sin duda la votación que va a poner a prueba al PSOE, cuyos escaños serán los que decidan si esa comisión se constituye o no. Ayer escuché nada menos que al ministro de Justicia hablar de que estamos en "una crisis constitucional", que sería una de las cosas más graves que se han dicho últimamente. Creo que no es verdad o al menos que aún no lo es, aunque si el PSOE acepta esa comisión de investigación sobre las actividades del padre del Rey es muy posible que acabemos teniéndola. Lo malo de muchos de estos chamanes de la política es que tienen muy claro como destruirían el sistema que no les gusta, pero no saben con qué lo quieren sustituir. Dicen que están incómodos en la casa y están dispuestos a romper el tejado y las paredes antes de saber si tienen un cobijo mejor para la lluvia.

La historia está plagada de casos en los que a partir de un hecho aparentemente banal, se desencadena una espiral destructiva que arrastra a toda la sociedad. Y este es uno de los peores momentos para ponerse a enredar con las cosas fundamentales como el pacto constitucional. Si un huerto colectivo va bien, no cuesta trabajo ponerse de acuerdo en lo que hay que plantar y cuando hay que recogerlo, mientras que si se ha quedado sin agua y no crecen los tomates, entonces todo el mundo tiene ganas de reprocharle al vecino lo que ha hecho o dejado de hacer. Ahora el huerto de nuestra economía no podía estar peor y el gobierno debería dedicarse sobre todo a mirar si quedarán aún algunas patatas, antes de dejar que sus socios se dediquen a romper las herramientas y las paredes del huerto.