Opinión
Por
  • Sergio Bernués Coré

A Carlos Oliva, diez años después todavía permaneces con nosotros

Estimado Carlos: Han pasado diez años desde aquella maldita mañana en la que te fuiste. Una larga década que fagocitó muchos de nuestros sueños y alumbró algunos otros. Por la senda escarbada del devenir nos dejamos muchas cosas, tuvimos que ascender montañas que se interponían en nuestro camino y nos caímos muchas veces. El alma está llena de cicatrices que a veces todavía supuran esa nostalgia de otro tiempo. Nos siguen reconfortando las fragancias lejanas de otra época, la magia de aquel bingo de blanco y verde, los aromas de aquel instituto y las canciones que daban la bienvenida al nuevo año, las risas y tantos momentos que la memoria guardó para que no te fueras del todo.

El mundo se trastabilla, como si le hubiera golpeado uno de aquellos rudos defensas de antaño, el trencilla de turno ha perdido el silbato y las reglas del juego se pudren entre los desechos de aquel puente que nos permitió acceder al nuevo siglo.

Allá en los Monegros el agua sigue dando vigor a la tierra y los campos cambian de color para proporcionar su fruto vital. La vida sigue su curso, en ocasiones como un apacible riachuelo, otras veces como un caudaloso río que arrastra todo lo que intercede en su trayectoria.

Carl Sagan popularizó la idea de que estamos hechos de polvo estelar. Tras explosionar una supernova, en las cercanías del sistema solar, se originó todo y una parte de nuestro ser desea regresar al lugar de inicio. Algún día volveremos a vernos en ese espacio infinito. Mientras tanto, las noches claras observando ese universo eterno, uno de esos astros, a la derecha de la estrella polar, refulge más que los otros como si nos guiñara un ojo, avisando que, de alguna manera, todavía permaneces con nosotros porque nadie se va del todo si lo seguimos sintiendo cerca.

Es curioso porque, quizás, para saber vivir es necesario aprender a morir. Aprehender cada instante efímero como si fuera el último, extrayendo su jugo para saborear el néctar vital y disfrutar, compartir y sentir, perder el apego a todo y no dejar de caminar siguiendo el rumbo de las estrellas.

Un fuerte abrazo, Amigo.