Opinión
Por
  • MIGUEL SERRANO SÁNCHEZ

Incertidumbre en el medio rural

¡ Qué duro, difícil y costoso está siendo superar la situación generada por el Covid-19! Tras el confinamiento, la fase 0, 1, 2 y 3, ya tenemos ante nosotros la llamada "nueva normalidad" y con ella la "libertad", la apertura de fronteras nacionales e internacionales.

Los vecinos que convivimos en los pueblos de la España vaciada teniendo que superar diariamente las deficiencias de servicios, con frío o con calor, con lluvia o con nieve, con hielo y cencellada, por lo que nos sentimos tremendamente orgullosos, estamos viendo llegar los primeros veraneantes provenientes de las grandes ciudades. Abuelos junto a sus nietos que ya se quedarán todo el verano, padres con amigos que llegan los fines de semana y sustituirán la playa por el mes de vacaciones en el pueblo, así como los turistas que vienen cada año para visitar las maravillas de los monumentos y montes que nos rodean.

La despoblación, con la que compartimos el día a día en el medio rural aragonés, hace que las gentes que vivimos en los pueblos, hayamos superado la pandemia sin positivos en la mayoría de los casos, siempre respetando las normas de seguridad, siendo una gran familia en la que apoyarnos en los momentos malos y buenos. Sin embargo, los que veranean o realizan turismo en la España vaciada, ya están en la libertad legal de movimientos, creyendo con gran ingenuidad que para ellos ha vuelto la normalidad.

La realidad es bien distinta. La llegada de la gente de las grandes ciudades ha terminado con la normalidad que hasta ahora hemos disfrutado en los pueblos, ahora los vecinos de siempre, aquellos que vivimos todo el año en el pueblo, no los que tienen aquí su casa de veraneo, comenzamos a sentir miedo, incertidumbre, inseguridad o respeto de verdad. Las posibilidades de contagio entre la envejecida población local se multiplican sin que a los veraneantes parezca importarles y lo que es peor, las medidas de seguridad, tan reclamadas para poder alcanzar la nueva normalidad, parecen olvidadas. Los niños juegan interrelacionándose, el reencuentro con las familias está marcado por abrazos, besos y llantos de alegría, las terrazas de los bares se llenan como si nada hubiera pasado y las piscinas volverán a abrir sin saber muy bien el peligro que implica su apertura.

Por otro lado, somos conscientes de que es difícil, por no decir imposible, mantener la economía de un país turístico sin la apertura de sus fronteras, pero más difícil será volver a superar una nueva oleada de contagios. La impresión generada en los habitantes de los pueblos es que todo el esfuerzo que hemos realizado hasta ahora se puede ir al traste en unos meses, con el fin del verano, no hay más que ver los rebrotes que aparecen en otros países del mundo y las nuevas medidas que se están llevando a cabo.

Esperemos que la llamada "nueva normalidad" no implique la perdida de la seguridad de los habitantes de los pueblos, olvidando la salud y priorizando la economía. Lo que todos tenemos que tener claro y debemos de ser conscientes es que el virus sigue estando entre nosotros y la cautela ha de ser la prioridad en el día a día para conseguir vencerlo.