Opinión
Por
  • ASUN SÁNCHEZ RAMOS

Las mascarillas

Entra dentro de lo previsible y razonable que las mascarillas utilizadas en -prácticamente- todos los rincones de nuestro planeta a causa de la pandemia del corona virus, perduren durante un tiempo indefinido, al menos, hasta que se descubra la vacuna pertinente.

Por una parte, resulta evidente que usadas las mismas correctamente nos generan una gran incomodidad, ya que al tener tapadas tanto la nariz como la boca para protegernos del invisible enemigo, nos originan un gran inconveniente en nuestra respiración.

Por otra, nos mutilan claramente nuestra expresividad facial, lo que se traduce en una gran pérdida a nivel de comunicación en todos los sentidos con nuestros congéneres. Pero, no obstante, la mayor pérdida que nos imponen es la pérdida de nuestra sonrisa -indudablemente- dado que ella es un elemento que nos acerca a las personas, irradiando gran confianza, ofreciendo credibilidad y siendo un rasgo característico de nuestra auténtica personalidad.

Así que, puestos a ser optimistas y admitiendo también la ineludible pérdida de nuestra voz proyectada, no nos quedará otra que esforzarnos todos al máximo en ganar enteros en otros detalles para compensar, como -por ejemplo- la de aumentar los gestos con las manos y con el cuerpo.

Dicho queda.