Opinión
Por
  • CARLOS IGLESIAS ESTAÚN

Ocho días en San Jorge

Hace poco tiempo en la sección "Gente de Aquí" salió un reportaje sobre mi vida resumida en 4.800 caracteres. Pues bien faltaba un episodio que ha sucedido posteriormente como ha sido mi estancia en el hospital provincial de San Jorge con motivo de una operación quirúrgica. Después de 50 días saliendo a aplaudir todas las tardes a los sanitarios ahora iba a convivir con ellos unos días y tenia curiosidad por ver en qué estado se encontraban tras la dura prueba a la que habían sido sometidos. La bienvenida a la planta cuarta fue cordial, amable y rompiendo ese miedo que siempre tenemos al entrar a un hospital. Se agradece una voz amiga, y unas pequeñas explicaciones del mundo al que se entra. Me dan una toalla y el inefable pijama. No digo yo que los diseñe Caprile pero ¿no podían renovar la partida de pijamas A partir de allí los urólogos que me van a operar me explican detalladamente todos los pasos que van a seguir y me transmiten confianza y tranquilidad. A lo largo de mi estancia en el hospital me visitaron varios miembros del equipo todos ellos amables, cercanos, didácticos y profesionales.

Tras la operación la recuperación en la planta cuarta. La verdad es que con la situación al límite que han pasado los auxiliares, enfermeras, celadores, limpiadoras y personal en general, no se ve un atisbo de agotamiento, desidia, relajación o desgana. Muy al contrario todo son atenciones, buenas caras, dinamismo y ganas de que el enfemo se encuentre bien dentro de lo que se pueda. Allí no cabe el relajo y todos se afanan en su labor con dedicación y esmero.

No puedo nombrar a todos pero como ejemplo vaya la ingenuidad de Álex, que era su primer contrato y se desvivía por aprender, la alegría de Sheila que haciendo las labores más ingratas no dejaba de tatarear canciones italianas, o la profesionalidad y esmero de la enfermera Mónica. Son tres ejemplos escogidos al azar pero que resumen un grato reencuentro con la sanidad pública que tanto tenemos que cuidar y que a veces tanto descuidamos. Esa sanidad que es la joya de nuestro estado de bienestar y que tendremos que luchar para conservarla, como hacen los propios sanitaros cumpliendo con creces con sus obligaciones. Tras ocho días en los que no faltaron un par de "chuletones en vena" (transfusiones) recibí el alta junto con un torrente de explicaciones, advertencias y consejos por parte de la médico que la redactó, que demostraron un vez más la entrega, dedicación y capacidad profesional de todos los sanitarios con los que tuve la fortuna de convivir 8 días de junio de 2020. Gracias.