Opinión
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  • Diario del Altoaragón

No hay mejor tributo que la verdad y la coherencia

La provincia de Huesca, como Aragón y España, rindieron tributo ayer "a los que nos faltan", como se ha identificado a las víctimas del coronavirus, y a las del terrorismo. Son dos expresiones del termómetro ético de las sociedades, obligadas para no perder en la evanescencia de sus inmediateces su integridad a seguir la vieja diferenciación manifestada por Concepción Arenal entre Justicia y generosidad, postergando cualquier atisbo de autosuficiencia cuando simplemente somos justos. Tanto en uno como en otro caso, hay unas dosis sustantivas de fracaso comunitario, con el aditamento en el de la destrucción violenta de agravantes jurídicos y morales que desautorizan cualquier ventajismo y condenan ante el tribunal del derecho natural a quienes la secundan, la amparan o callan miserablemente antes o después de toda sentencia.

Sin embargo, existen concomitancias entre ambas y otras manifestaciones que atentan contra la integridad humana. Y las más relevantes son el imprescindible cumplimiento de la búsqueda de la verdad y de la práctica de la coherencia, sometidos ambos conceptos en la modernidad tortuosa a la consideración de amenazas y peligros públicos por mentes cortoplacistas y expresiones populistas que asaltan la fortaleza de la probidad que ha de ser la atalaya a la que mire como referencia toda sociedad que quiere enfrentar la luz a las tinieblas de la falsedad y la impostura.

No se puede cerrar el episodio de la pandemia, en el feliz caso de que concluyera la emergencia sanitaria, con una alforja de preguntas sin responder. No se pueden cancelar las causas contra los terroristas, y sin complejo alguno hay que decir que nuclearmente los etarras que son los que sistemáticamente nos han prescrito dolor inmenso, sin juzgar todos los crímenes y resarcir a los afectados con dolor y congruencia.