Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

El capitán "fortalece" una coalición que se hunde

El compromiso del capitán de la nave con los hechos verídicos es, ejem, algo cuestionable, como bien saben quienes saben. Quizá ocurra que, a veces, el capitán quiere convencerse a sí mismo de algo que le gustaría que estuviese ocurriendo y, entonces, da la espalda a la realidad. Por ejemplo, esta semana, cuando ha repetido en varias ocasiones que la coalición que gobierna el buque, y que está a punto de cumplir seis meses de vida inestable, está "consolidada". Y, sin embargo, más de un observador que pretende situarse en la equidistancia podría pensar que, en realidad, la coalición se hunde. Y que el segundo de a bordo tiene mucho que ver con el riesgo de que la nave entera se vaya a pique. Mal asunto cuando un segundo de a bordo tiene que hurtar su presencia de los foros públicos, de los micrófonos de los medios, porque algún "affaire" embarazoso acapararía todas las preguntas y no hay tantas respuestas. Y peor aún cuando esas respuestas consisten en ataques a los medios, a otros partidos, a los jueces, a los policías corruptos. Todos tienen la culpa, incluyendo los delfines, de los quebrantos del segundo de a bordo y su familia.

Pero no es solamente el caso del culebrón. Es que el segundo de a bordo invierte la mayor parte de su ocupación en intentar parecerse al capitán, en ocupar muchas de sus funciones, en dar órdenes de virar rumbos de manera brusca, mientras la marinería se aterra: vamos hacia las rocas. Y, entonces, todo a estribor de nuevo. Una pérdida de energías. Y de tiempo. Porque lo que el segundo de a bordo pretende es que el buque, que es de carga, se dedique a la pesca. Y, cuando se pesca, que se transforme en nave para trasladar pasajeros. Érase un marinero que hizo un jardín junto al mar y ya se sabe: cuando el jardín estaba en flor, el marinero se fue por esos mares de Dios. Porque el marinero es más bien inestable, tornadizo, un poco camaleónico. Claro que el capitán lo sabe. Ignoramos si duerme bien en su camarote, pero él, cuando tiene que dirigirse a la tripulación, asegura que todo está bajo control, que el segundo de a bordo le es fiel y que es muy útil para garantizar una buena travesía. Así que los que van en otros barcos, acompañados de gaviotas, niegan el auxilio al capitán hasta que no destituya al segundo de a bordo, como ha hecho en estos días el capitán de un país vecino. Digo yo que el segundo de a bordo será muy listo, aunque de mares y mareas sepa poco. Pero todo el mundo sabe que las gentes de mar son muy supersticiosas, o muy sagaces, y, cuando identifican a quien piensan que es el que atrae las tormentas y los maleficios, y además quien provoca las rencillas y las crispaciones en cubierta acaban tirándolo por la borda. Y el capitán, entonces, mira hacia otro lado, como no dándose cuenta.