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  • CENTRO DE SOLIDARIDAD INTERDIOCESANA

La esperanza es lo último que se pierde

El refrán se confirma: la desesperanza no cabe, ni siquiera frente a los peores augurios. La esperanza es lo último a perder. En una encuesta realizada desde el Centro de Solidaridad Interdiocesano de Huesca (Proyecto Hombre) sobre 510 personas, relativa al estado emocional y al consumo de sustancias y uso de nuevas tecnologías, antes y durante el confinamiento por la pandemia, cabe comentar centrándose en el estudio sobre el estado emocional durante la pandemia en su fase más dura, pues esto no ha acabado, cómo el miedo, la tristeza, el estrés y la ansiedad han sido vividos y experimentados de forma constante e intensa por las personas durante el encierro. Contrastar mediante la encuesta lo que pudiera intuirse es la constatación de lo que realmente se ha sentido, como función del estudio realizado.

La tristeza ha alcanzado hasta el 58% durante varios días, y el miedo y la ansiedad un 41% durante varios días, con las consecuencias de problemas (como la subida de la ingesta de alcohol), rebasando en el caso más benigno el 44% en estos tres problemas que tienen indudablemente relación directa con la ansiedad, el estrés y el sentimiento de tristeza que ha sido el dominante. Estos tres aspectos han sido muy destacados en los días de encierro. La población ha sufrido bastante, casi una de cada dos personas ha sentido intensamente el miedo y la tristeza conjuntamente, unido a la tensión de ansiedad y estrés de la situación de encierro e incertidumbre sanitaria y también económica y social.

Por el contrario, la desesperanza es el sentimiento menos señalado. Mantener la esperanza es un dato positivo, en alguna forma resulta un valor indicativo importante, tanto para resistir frente a la adversidad provocada por el fenómeno de la pandemia, como para la salida de esta compleja, inesperada, grave y novedosa situación mundial y personal, que requerirá muy importantes esfuerzos para superar esta epidemia globalizada.

Será precisa mucha responsabilidad en cualquiera de todos los ámbitos, sean personales o profesionales, sean locales o nacionales; será necesaria mucha inteligencia y mucha solidaridad y mucha unión para revertir esta situación tan grave, y desde luego para mejorar los estados emocionales que la pandemia ha traído, despachando con valor y determinación el miedo, la ansiedad y la tristeza junto al dichoso corona virus. Los responsables públicos, en cualquier rango y lugar, deben ser muy conscientes del sufrimiento de las personas, pero somos éstas quienes debemos asumir con responsabilidad y entereza nuestras obligaciones en las conductas de cada día aportando lo mejor que podamos ante los daños de la epidemia.

CENTRO DE SOLIDARIDAD INTERDIOCESANA

(Diocésis de Jaca y Huesca)