Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

Cuando las barbas de tu vecino (francés) veas pelar...

Cuando las barbas de tu vecino (francés) veas pelar...
Cuando las barbas de tu vecino (francés) veas pelar...

Mientras Pedro Sánchez insistía en que la coalición en el Gobierno de socialistas con Unidas Podemos está más fuerte y sólida que nunca, el presidente francés, Emmanuel Macron, remodelaba a fondo su Ejecutivo, incluyendo al primer ministro, Edouard Philippe, un personaje popular que no ha podido sobrevivir, políticamente, claro, al coronavirus. Macron ha impuesto su personalismo y se ha rodeado de ministros transversales, en los que lo que menos importa es su procedencia ideológica: lo importante es la eficacia, cosa que, desde luego, está aún por demostrar, porque varias de las incorporaciones al Gabinete no dejan de ser, por excesivamente populares, polémicas.

Siempre he sido un apasionado de la política gala. No porque haya que imitarla en todo, desde luego, sino porque casi siempre es un prodigio de imaginación y creatividad. Los analistas franceses a los que más sigo, que militan en la derecha republicana, en el centro macroniano y en la izquierda "melenchoniana", han entendido que el desgaste producido por la gestión de la pandemia, y las muchas demandas que se han acumulado contra el Gobierno por esta gestión, justificaban de sobra esta importante remodelación de Macron, que, sin embargo, ha dejado intactas las parcelas de Economía y Exteriores (que, por cierto, son temas muy directamente gestionados por el presidente).

Desconfío, la verdad, de la solidez gubernamental de la que presume Sánchez. El Gobierno cada vez más claramente tiene dos "almas" (digámoslo así) crecientemente irreconciliables. Y puede que cualquier acontecimiento, la acumulación de cargos contra el ex jefe del Estado Juan Carlos I, o el muy pringoso "caso Dina", que afecta directamente al vicepresidente Pablo Iglesias, haga saltar en pedazos, a no muy largo plazo, la coalición. Súmense a ello el cansancio evidente de varios ministros que han tenido que bregar en primera línea con el virus, las querellas y demandas judiciales a las que deberán enfrentarse, las nuevas exigencias de la UE y los retos internacionales que se derivarán de una posible reelección de Trump y comprobaremos fácilmente que la "España de la reconstrucción" ha de afrontarse con algunos nuevos ministros (otros están actuando a plena satisfacción) y sin diferencias radicales en la concepción del Estado.

Sánchez habría de entender, antes de que sea tarde y se tambalee su supervivencia en La Moncloa, el ejemplo de Francia, donde, además, el presidente Macron no tiene que afrontar retos territoriales como los que aquí se presentarán nuevamente a partir de septiembre. Se me ocurre, por ejemplo, que seguramente, Salvador Illa debería abandonar el Ministerio de Sanidad para volver a los planes originales de negociación con el independentismo catalán y sin duda habría que proceder a una reestructuración (y limitación) de las vicepresidencias, donde Iglesias tiene difícil acomodo entre sus tres compañeras de cargo. Y hay ministerios, al menos tres, que obviamente sobran y que fueron nombrados respondiendo a un reparto de poder para cerrar la coalición.

Es urgente también un acuerdo con la oposición a este respecto. España necesita no solo el nombramiento de Calviño como presidenta del Eurogrupo, sino reequilibrar su influencia en la UE, en América Latina y en los Estados Unidos, hoy más separado que nunca de Europa. Y necesita unos Presupuestos creíbles que congreguen a todas las fuerzas políticas, o a la mayor cantidad de ellas. Aferrarse a planteamientos ideológicos a la hora de gobernar es, ahora, simplemente necio. ¿No ha escuchado los discursos en el Parlamento galo? Pues eso: lo de las barbas del vecino; Edouard Philippe tenía barba. Aquí repasemos quién tendría que pelarse barbas. Y guedejas.