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    El Huesca ya no hace historia, edifica su futuro

    Aseguraba Flaubert que la manera más profunda de sentir algo es sufrir por ella. Huesca y el Alto Aragón ha padecido una temporada en la que no se podían cruzar más obstáculos al objetivo de retornar a la mejor Liga del Mundo. Y, al igual que sucedió hace dos años pero en un contexto radicalmente diferente, ha vuelto a romper todos los pronósticos, todas las barreras y las propias inercias cuando en el imaginario general y del propio club se instalan determinados conceptos que resulta difícil superar. La atmósfera ha estado rara, cuando no inhóspita desde algunos espacios, pero la virtud de la Sociedad Deportiva Huesca y su conexión con toda la provincia, con la capital, con su afición y con no pocos seguidores aragoneses, ha sido clave, además de un hombre, Míchel, que, en la encrucijada más brutal de los anales de esta bandera altoaragonesa, eligió por voluntad propia someterse a las tempestades y liderar un proyecto deportivo configurando una plantilla de garantía y soportando los vaivenes como un verdadero junco.

    Y, sin embargo, ayer Huesca rezumaba alegría porque ha vuelto a escribir otra página de oro con unos méritos inconmensurables, fruto de una gestión humilde pero certera, consecuencia de sumar en torno a un proyecto coherente a miles de socios y decenas de instituciones y empresas para elevar un estadio hoy admirado y para hollar la cima del fútbol español por segunda vez consecutiva. Y serán más, se lo aseguramos. Precisamente porque hay una idea.

    Por eso, siendo cierto que ha hecho historia y que el presente es fabuloso, sobre todo el Huesca está edificando su futuro. Una acrobacia, una especie de imposible metafísico que convertirá a la Sociedad Deportiva en un referente nacional e internacional. Abróchense los cinturones, que esto despega.

    Diario del AltoAragón