Opinión
Por
  • MANUEL OLLÉ SESÉ

Y volvimos

" Volveremos a primera división". Así se titulaba y concluía el artículo que publiqué en el Diario del Alto Aragón hace un año. Y volvimos: al filo de las 23:00 horas de ayer, el balón de la felicidad deportiva traspasó la red de la portería contraria y su estela recorrió todos los rincones de nuestra tierra desde el Alcoraz al Alto Gállego, al Bajo y Medio Cinca, a la Hoya de Huesca, a la Jacetanía, a la Litera, a los Monegros, a la Ribagorza, al Sobrarbe, al Somontano, y otros lugares de dentro y fuera de nuestras fronteras que acogen la diáspora de alto aragoneses, que estallábamos de júbilo y de emoción.

Al inicio de la temporada, el ascenso no era nada fácil; todo estaba en contra. En lo anímico había que cicatrizar las secuelas del doloroso descenso a la división de plata del fútbol español. En lo deportivo, nos esperaba, probablemente, la que ha sido la liga más competitiva de toda la historia de la segunda división, que supera con creces a primeras divisiones de muchos países. Y en lo extradeportivo, las resoluciones judiciales acechaban a dirigentes de la Sociedad Deportiva. Sin embargo, el optimismo derrotó a la tristeza. La planificación y el excelente trabajo han permitido a nuestros jugadores concursar en el césped al más alto nivel y conseguir subir a primera, de forma inmediata, lo que no es nada fácil. Y la inicial ebullición judicial fue moderándose, a pesar-y no hay que olvidarlo- de que los afectados gozan del incólume derecho a la presunción de inocencia, y de que la decisión final sobre la relevancia penal o no de los discutibles hechos objeto de investigación, está por llegar.

Con estos mimbres, comenzamos el pasado agosto en Las Palmas la travesía del desierto y de la gloria. En casa y fuera de casa, ganando, empatando o perdiendo, con humildad fuimos creyendo y creciendo. Las gotas de sudor de los jugadores y su sacrificio -bajo la dirección del entrenador y el resto del cuerpo técnico- eran compensadas con el incondicional apoyo y aliento físico y presencial de toda la afición. Ahí, en cada partido, en cada suspiro, en cada lance del juego, se ponía de manifiesto la ilusión y el empuje de todos nosotros. Y cuando cerrábamos las maletas para viajar a Málaga para animar a nuestro Huesca, el virus asesino y traicionero, que destrozó vidas y economías, se hizo presente de forma virulenta. El parón fue superado por nuestros futbolistas, que supieron, como el resto de la sociedad, sacar, en el obligado encierro del confinamiento, lo mejor de sí mismos para mantener y optimizar su forma física. El inmenso dolor en el que nos encontrábamos todos inmersos y la angustiosa incertidumbre de lo que nos esperaba, y que nadie podía saber, no hicieron mella en nuestra plantilla.

A pesar de que los estadios se vaciaron, los jugadores, cuando sudaban la camiseta en soledad, nunca estuvieron solos. Nuestra afición seguía acompañándolos. El eco de su griterío delante de los televisores, los ánimos, los cánticos y el latir de su corazón, con toda seguridad resonaban en cada regate de nuestros deportistas. Seguro que el bueno de Rafa Mir u Okazaki percibían en sus cuerpos los abrazos que nos infundíamos los aficionados en nuestras casas cuando ellos goleaban al rival.

El éxito, desde luego, no hubiera sido posible sin el trabajo humilde y silencioso de los directivos y dirigentes del Huesca, con Josete, Manuel Torres y Petón a la cabeza. Gracias a su sensata y profesional labor, que no era nada fácil, hemos cosechado este brillante triunfo.

Ahora nos toca disfrutar de este ascenso al paraíso del fútbol mundial y paladear lentamente y desde el recuerdo, cada momento vivido. Reflexionar y aprender también de los errores cometidos. Y palpar la ya nueva realidad futbolística, donde está impresa con letras de oro la palabra Huesca. Nos vamos a codear de tú a tú con la élite del fútbol nacional, cuyos futbolistas —dioses y menos dioses— de nuevo, desfilarán en el Alcoraz y nosotros visitaremos sus estadios.

Como barbastrense y altoaragonés, estoy orgulloso de proclamar que soy aficionado del Huesca. Me siento feliz de seguir viviendo ese inigualable sentimiento y pasión. En las aulas, en mis explicaciones docentes, y en otros foros, recurro con cierta frecuencia al ejemplo de la trayectoria de nuestro club por todos los valores que representa, aplicables a muchas situaciones de la vida. La unión y la solidaridad que ha conseguido la SD Huesca en toda la provincia oscense es un ejemplo a seguir. Es el Huesca, sí, y también el equipo de toda una provincia del que todos los altoaragoneses nos sentimos parte y corresponsables. En los tiempos que corren, ante problemas comunes, como los económicos y sanitarios generados por la pandemia, si nuestros políticos actuaran con la unidad social de la SD Huesca, otro gallo nos cantaría.

Concluyo, con mi agradecimiento a esa familia de jugadores —a quienes por razón de espacio, no puedo nombrar— al entrenador y a todo el cuerpo técnico, y a la directiva por haber hecho posible por segunda vez este regalo épico. Y también a esa afición modélica y responsable, donde las haya, que supo contener la explosión acumulada de alegrías y sufrimientos, y lejos de quitarse la mascarilla y arrojarse a la calle, optó por la prudencia y lo celebró en un silencio que trascendió, se escuchó y se vivió.

Somos modestos y tenemos una ciudad, una provincia y un equipo de primera. Estoy seguro de que si se mantiene progresivamente la trayectoria actual de la Sociedad Deportiva Huesca, "siempre fiel sin reblar", el título del próximo artículo, al concluir la temporada 2020/2021 será: "Y nos consolidamos en la primera división".

MANUEL OLLÉ SESÉ

Aficionado del Huesca. Profesor de Derecho penal y penal internacional de la Universidad Complutense