Opinión
Por
  • EDUARDO SÁNCHEZ SALCEDO (PERIODISTA)

Los rastreadores

" Los rastreadores" ("The Trackers") es una película americana del año 71, una peli hecha para la tele, sin demasiadas pretensiones. En ella, Paxton sufre un brutal ataque en su rancho. Para buscar al responsable, Paxton contrata a Zeke Smith, un rastreador profesional.

Casi cincuenta años después, el mundo se ha convertido en un gran rancho, donde todos somos potenciales Paxtons a merced del ataque del coronavirus, un enemigo incoloro, insaboro e inodoro que pulula por allí, y te asalta cuando menos te lo esperas, sobre todo si no vas pertrechado con mascarilla.

Por cada persona diagnosticada de covid-19, los rastreadores detectan en Aragón entre dos y seis contactos. Loable y meritoria labor la de los nuevos zekesmiths, profesionales de la atención primaria sanitaria dedicados a la detección y control de casos y contactos. El Servicio Aragonés de Salud ha reforzado la contratación de rastreadores, trabajadores sociales que buscan dibujar una radiografía de la vida social del enfermo.

Como media, en España se detectan tres contactos por cada persona diagnosticada de covid. Canarias es la comunidad puntera en el arte de localizar contactos: nada menos que hasta 27 por enfermo. Se dice pronto: 27. Por el contrario, en el gran Madrid o en Cataluña los rastreadores sólo consiguen localizar a un máximo de tres contactos por diagnosticado, según un informe que publica el Instituto de Salud Carlos III.

¿Y usted ¿Y yo ¿Cuántos contactos sabríamos decir si tenemos que responder a esta pregunta ¿Con cuántas personas hemos tenido relación en un día, o en dos o en tres ¿De verdad El coronavirus nos impone un tratado de disciplina, moral, memoria y sociología. ¿Estuvimos en un velador, y nos creímos con bula para quitarnos la mascarilla ¿Fuimos a ver a ese alguien a quien prometimos no volver a ver ¿Ese exsocio, ese apenas conocido de bar, esa relación tóxica que no podemos cortar El gran Berlanga o José Luis Cuerda se están perdiendo un filón de historias surrealistas, donde todos y cada uno nos retratamos, no sólo ante los rastreadores sino, sobre todo, ante un microscópico virus. Un selfie con el virus define lo que hemos sido y hemos hecho, desde la heroica labor de un médico o un profesional de residencia de ancianos al pie del cañón, hasta la actitud irresponsable de quien pudo y no hizo nada para evitar contagiar.

El virus ha cambiado nuestras vidas: el trabajo, los estudios, las amistades, las familias, el tiempo libre, los viajes, las vacaciones… Ahora todo es raro. No digo diferente, digo raro. Por ser algo positivos, pensemos en que, a partir de la futura nueva novísima postnormalidad, todos volveremos, mucho más, a rastrear y valorar las maravillas cotidianas.