Opinión
Por
  • LAURA ALÍNS RAMI

Matrimonio homosexual y derechos

El pasado 30 de junio se cumplieron 15 años, de que el Código Civil permitiera el matrimonio homosexual en España y se legalizara la adopción homoparental, algo considerado por la mayoría de nuestros medios de comunicación e Instituciones como una gran conquista social. España se convirtió entonces en el cuarto país del mundo en permitir este casamiento, junto con Holanda, Bélgica y Canadá y se situó a la vanguardia mundial en la defensa de los llamados derechos LGTBI, un colectivo considerado históricamente discriminado y humillado.

Pero... ¿es realmente justo otorgar a estas parejas el status social y jurídico de matrimonio Expertos en la materia nos cuentan que lo genuino del amor conyugal es el amor al otro, en cuanto que es sexualmente distinto y complementario (P.J. Viladrich, "Agonía del matrimonio legal", p.82). Además la unión estable y comprometida entre un hombre y una mujer es relevante socialmente, asegura la subsistencia de la sociedad.

El modelo matrimonial de occidente, junto a la protección y fomento de las relaciones de amistad y sexuales, pretende un estilo de vida que asegura la estabilidad social y el recambio generacional. La fecundidad es connatural al amor matrimonial mientras que las uniones homosexuales se mueven en otra órbita y son esencialmente estériles. Por lo tanto, no parece injusto ni discriminatorio no equiparar estas uniones al matrimonio, puesto que no participan de la naturaleza del mismo, más bien tal reconocimiento legal es injusto, injusticia que se extiende a los hijos adoptados, a quienes se imponen dos padres o dos madres. Para regularizar las uniones homosexuales parecería, pues, más adecuado recurrir a una figura de hecho y prever el funcionamiento material y las reglas económicas.

Esgrimir estos argumentos, tan incorrectos políticamente, y ser calificado de totalitario, retrógrado y homófobo es todo uno. Sin embargo, no hablan de las personas homosexuales, que merecen el mismo respeto y protección que cualquier otra, sino de la naturaleza y esencia de la institución matrimonial. Cuántas personas los comparten pero la presión social en su contra es tan fuerte que los relegan al fondo de su conciencia. ¿No será ya hora de salir del armario?