Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Las verdades de las organizaciones agrarias

Las organizaciones agrarias se han sumado ante la generalización que el fenómeno de la pandemia ha provocado, como si fuera un riego a manta, sobre territorios y sectores económicos determinados, debido a la prosa gruesa y a una cierta incapacidad para descender a los detalles que conforman la realidad. El campo, acostumbrado a un estigma que proviene de muchas décadas atrás ocasionado por determinados grupos de presión y por el complejo equilibrio que demanda un espíritu reivindicativo ante las desigualdades en la competencia respecto a países extracomunitarios y también en el interior de la Unión, padece ahora quizás el peor de los prejuicios, cuando se le atribuye irreflexivamente toda la responsabilidad sobre los contagios de coronavirus de un buen número de temporeros , acompañada por la presunción irreal de que se extienden las prácticas irregulares en la contratación.

Las entidades que traemos hoy a nuestras páginas revelan, por el contrario, que existe una voluntad real y aplicada de firmar unas condiciones dignas que, además, se atienen a los convenios que se suscriben dentro de esta actividad. Otra cuestión es que las circunstancias de los alojamientos y formas de vida de los trabajadores temporales propician una cierta insalubridad que, en el momento en el que ha llegado una epidemia, ha revelado toda su crudeza. Y ahí es donde hay que buscar y encontrar soluciones entre las administraciones, la iniciativa privada los agentes económicos y sociales para establecer estructuras que favorezcan unas estancias con unos mínimos normativos para sustituir el hacinamiento por la salud. Fórmulas duraderas que acaben con unas tensiones indeseables y con una visión sesgada de un sector cuya misión es suprema: alimentar al ser humano.