Opinión
Por
  • JOSÉ LUIS MONTANER

Adiós a un montañero

Te has ido y, cómo no, haciendo honor a tu nombre, quizás volando a las más altas cumbres que estuvieron bajo tus botas.

Son muchos los pasajes que ahora vuelvo a recordar, al igual que hacía contigo cuando pasaba a verte y charlar un rato en la trastienda de la relojería de Toño.

Llegué a Huesca de adolescente de uno de los valles del Aragón, para comenzar a trabajar como aprendiz, en años en los que la juventud poco tenía para "matar" su tiempo o entretenerse con sus aficiones, en este caso la mía era la montaña donde me había criado.

Acerté, por consejo de no recuerdo quién, de enrolarme en la OJE, donde, al igual que otros muchos, en el Hogar de la calle Cuatro Reyes, podíamos ver satisfechos esos entretenimientos culturales y/o deportivos, ver la TV... ya que no había otros aparte de los cines en colegios y los futbolines de la calle Artigas.

El grupo al que me adscribí fue el de "Montaña", en el que tú eras el monitor al que acompañaban otros como Puyuelo, Becerril, Bellostas, Monzó? No olvidaré nunca las salidas a los Mallos de Vadiello y las Crestas del diablo, subiendo y bajando de ellos con calzado que era poco más que alpargatas, clavijas y cuñas de madera totalmente artesanales, y conocimos la primera cuerda de "perlón" (o algo así). En fin, todo alta tecnología.

Guara, Las Argualas, Anayet..., en el autobús de Bayego, interminables viajes amenizados por las canciones de la época y la armónica de no recuerdo quién. He de decir que nunca nos hicieron cantar cara a ningún astro, tan sólo acompañábamos en sus rancheras a Bernad.

Es mucho lo que seguiría añadiendo, pero sólo ya mi agradecimiento y creo que el de otros a quien llenó parte de mi juventud y mis aficiones, que en la medida que me permite la edad sigo manteniendo.

Gracias, Ángel.