Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Un abrazo emocional a los residentes

No fueron imprudentes, no pecaron de irresponsabilidad, no abandonaron la sensatez que es una lección que se atesora con convicción en la senectud. Simplemente, el virus les invadió, más por desconocimiento general y negligencias ajenas que propias, con tal desgracia que se acuarteló entre las paredes de muchas de sus residencias e inició un ataque despiadado, en muchos de sus hospedadores hasta provocarles el desenlace fatal. Con él, arrastró la memoria y el testimonio de vida de generaciones que padecieron la guerra, que lucharon por su país en la dictadura, que promovieron la democracia y, después de una hoja de servicios admirable, se retiraron a su júbilo en la edad dorada... Hasta que la macabra y silente enfermedad hizo estragos.

Las estadísticas no son sino números que se limitan a reflejar superficialmente esa realidad tan horrenda. Pero ni los gobernantes ni la ciudadanía tendríamos perdón de Dios -entiéndase la coloquialidad en la expresión- si consintiéramos, por omisión, incuria o desidia, que una nueva ola volviera a acechar a quienes aspiran únicamente a disfrutar sus existencias en unos centros pensados para las mejores condiciones de vida. Sí, de vida, hasta que la naturaleza cumpla con su designio. La concentración de apoyo ayer en la residencia de Chimillas es un auténtico abrazo emocional a los internos. Una manifestación de cariño, de respeto y de reconocimiento del trabajo que, hasta la extenuación, han desempeñado en su misión asumida con entusiasmo de levantar un Estado de bienestar. Es un contrasentido, una horrible broma del destino, que hayan de estar recluidos por el miedo, ellos que tanta audacia exhibieron en circunstancias críticas. Aplaudirles y acompañarles es un soplo, un aliento emocional que sane. Así sea.

Diario del AltoAragón