Opinión
Por
  • MARÍA BEGOÑA SIERRA ACÍN

Entusiasmo

La vida está llena de sorpresas. Hay días buenos y malos. Hay problemas y desgracias que nos hacen sufrir, nos mantienen alerta, nos hacen compañía y, con frecuencia, nos ayudan a mostrar a los demás lo mejor de nosotros mismos.

El hombre entusiasta no tiene miedo a las pequeñas limitaciones de la vida; las afronta con alegría y optimismo; y, de la dificultad, sabe sacar, como el entallador, una bella rosa de amor.

Encontrarse con personas entusiastas es un don de Dios, y mucho más cuando éstas testimonian con sus vidas el ideal que se han propuesto.

Encontrarse con personas entusiastas que denuncian la cobardía, la opresión, el engaño, la mentira, la injusticia, que animan y alientan a los tristes, decaídos, enfermos, incomprendidos, es un don de Dios.

Encontrarse con personas entusiastas que nos ayudan en el camino emprendido, que nos iluminan en nuestras oscuridades, que nos abren nuevos senderos, es un don de Dios.

Encontrarse con personas es, como dice el Evangelio, "regocijo por haber encontrado la dracma perdida". Esas personas entusiastas que con su entusiasmo nos ayudan a vivir la vida mejor, es un don de Dios. El diamante más precioso del mundo tenía al principio una grieta que lo afeaba un poco.

Habían pensado en transformarlo en un puñado de diamantes comerciales por un hábil entallador. Pero este hombre, con una gran paciencia y dedicándole mucho tiempo y trabajo, transformó aquella grieta en una rosa espléndida.

La rosa tallada sobre el diamante era la admiración de todos los que la contemplan.