Opinión
Por
  • RAMÓN RALUY

El poder de nuestra mente

Las mentes en general están contaminadas y necesitan urgentemente un reciclaje de ideas, de actuaciones y de comportamientos. No es de recibo la inconsciencia y comportamientos incívicos, contrarios a nuestra salud.

No se llega a comprender cómo la fuente de salud que es nuestro planeta nos la vamos cargando conscientemente y cerramos los ojos ante tanta basura vertida, ante tanta contaminación hecha a posta y ante tanta pasividad administrativa qué no hace nada por dar soluciones cuando las hay y para colmo se compra con dinero el derecho a contaminar.

Hemos de tener en cuenta que la crisis sanitaria que llevamos padeciendo, puede ir de la mano o es continuidad del terrible cáncer extendido masivamente por todo el orbe, con consecuencias desastrosas y lo malo que se saben parte de los motivos y no se corrigen.

Las innumerables pruebas nucleares envenenando el aire en la llamada guerra fría, el escape de centrales nucleares y la polución constante, desnaturalizando el planeta nos lleva a pensar que la supremacía por ser el más grande y el mejor, trae consecuencias nefastas para la humanidad La educación medioambiental debería ser una asignatura, que todos deberían de aprobar. Si transmitir amor y cariño a los hijos es cuestión de instintos maternales y paternales, no debería de ser menos la educación sobre comportamientos civilizados, desde que el niño/a tiene uso de razón, continuando en su adolescencia por padres y tutores. La cadena es importantísima que no se desgaste y mucho más que se mantenga sin fisuras, porque si se rompe estaremos a merced de las turbulencias, en las redes y en los medios, no siendo siempre los mejores consejeros cívicos.

Los políticos, no solo se deben dedicar a la política, también tienen que tener mucha dosis de humanidad, debiendo priorizar todo lo relativo a la salud, la convivencia y la altura de miras que califica al gobernante como personalidad apta para dirigir a una nación. Echamos mucho a faltar los acuerdos en favor de los ciudadanos, con una gestión ágil y sincera, obviando prioridades políticas interesadas.

Los comportamientos irresponsables que estamos viendo, causantes de los repuntes en la covid-19 dan que pensar que somos personas sin calificativos, porque de ponerles uno sería demasiado duro de digerir.

El colmo de los colmos está en el agua potable. Este bien de primera necesidad está escaseando en el mundo, hay un porcentaje altísimo de habitantes que tiene dificultades de acceder a ese bien necesario para la vida y la supervivencia. El agua, además de la escasez que hay, está contaminada y no solo pasa en el tercer mundo también en el primero, como calificamos al nuestro. La obligación de mantener controlados los vertidos no se cumple y parece que prevalezca el derecho a ensuciar. Hace tan solo algunas décadas podías beber agua de las fuentes, incluso de los ríos, sin miedo a tener problemas de salud, hoy hay que comprarla para tener cierta seguridad.

El aire también ha llegado a la bochornosa calificación de estar contaminado. ¿Quién lo ensucia y lo vuelve a veces irrespirable ... Desgraciadamente también se paga por contaminar el medio ambiente, en vez de usar medidas ejemplarizantes.

Por todo ello, si solucionamos el centro del problema, poniendo la puesta a punto de nuestra razón y nuestra conciencia, meditando los hechos antes de llevarlos a cabo, llegaremos al equilibrio de la vida, tomando como ejemplo el orden milimétrico del universo.

Quizá sería necesaria una exhaustiva revisión de nuestro desarrollo cognitivo dotándolo de grandes dosis humanitarias, con la seguridad de que, por ese camino, conseguiremos el mundo que deseamos.