Opinión
Por
  • MARÍA BEGOÑA SIERRA ACÍN

El dinero

El dinero en sí no es malo. Lo necesitan las personas para ir al mercado, para pagar estudios, para comprar fincas, para comprar combustible para el automóvil… El dinero es un bien necesario para vivir. Pero, en verdad, no es tan importante. Le hemos dado un valor que no le corresponde, lo verdaderamente trascendente somos nosotros, las personas.

Esta sociedad consumista en la que nos movemos nos ha vendido la idea de que el dinero lo es todo en la vida, de que el dinero está por delante de las personas, tanto tienes, tanto vales. Ahora, me viene a la memoria la historia de una chica de un pueblo que se fue a trabajar a una fonda a Zaragoza, para ganar dinero y vivir mejor en el pueblo con su novio, que se dedicaba a las tareas del campo.

En la fonda de Zaragoza, se hospedaba un ingeniero que se fijó en esta chica que, según cuentan personas cercanas a ella, era una chica guapa y hermosa. Salieron juntos una temporada, paseaban por la calle Alfonso I hacia la Basílica del Pilar. Ella veía que con este novio que se había encontrado en Zaragoza iba a tener un nivel de vida más alto, el que ella siempre había soñado. Se olvidó del novio que tenía en el pueblo, un chico pobre pero trabajador. El ingeniero se informó de quién era ella, cómo estaban económicamente en su casa, qué tipo de vida llevaba y la dejó. El novio del pueblo, que estaba informado de cómo caminaba su novia por la ciudad y lo presenció todo con sus propios ojos, la dejó. La chica, que solamente pensaba en el dinero y presumir, lo perdió todo.

Por lo que observamos, el dinero es un riesgo, un peligro. Si nos acordamos de Jesús de Nazaret, que era muy positivo y muy realista, comprendía que las personas necesitamos de los bienes materiales para cubrir las necesidades primarias. Por eso multiplicó en su momento los panes y los peces.

Hay personas, lo estamos viendo en los medios de comunicación, que por ampliar sus riquezas son capaces de sacrificar cualquier valor, cualquier derecho humano, cualquier persona. A quien ambiciona más y más riquezas, ¿qué le importa el reino de los cielos? Puede ser este uno de los problemas de anteriores crisis económicas y de la que todavía no habíamos salido.

Las riquezas que valen la pena y que perduran aquí y en la vida eterna son: la fe, la confianza, la libertad y la familia.