Opinión
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El poslaurentis de la "no fiesta"

El 17 de agosto de 2020 estaba predestinado a ser una fecha anodina, con escasa movilidad dentro de la ciudad de Huesca, con muchos comercios cerrados, con cierta dificultad para tomar un café, con sensación de náufragos en un mar de -cierta- inactividad, con el escaso dinamismo de las brigadas municipales y de los feriantes, si acaso con las ofertas de última hora para atraer en un último intento por recaudar a los cientos de niños en la ciudad mientras sus padres preparan el equipamiento para el curso escolar próximo. Sin embargo, nos ha regalado el virus otra muestra de anormalidad en este año terrible, en el que la montaña rusa apenas sabe guiarnos entre la resignación y la preocupación, pasando por los sobresaltos y sin apenas llanos de esperanza.

Los balances son radicalmente opuestos a los de ejercicios precedentes. La hostelería, acostumbrada a grandes salmos al santo adjuntos a cuentas de resultados como milagros multiplicadores de la virtud, reflejó ayer un comportamiento infructuoso en San Lorenzo y un panorama estremecedor para lo que resta de año, como expresa que sólo el 9,4 % de los establecimientos que han contestado a la encuesta aprecian posibilidades de sostener sus plantillas en lo que resta de año, frente a un 75 % con certeza negativa. Posteriormente, asomarán las cuentas del comercio, de los servicios y de otros sectores afectados por la paralización de la economía, inaccesibles a todo mensaje de optimismo desde las administraciones: 2020 es año de rechinar de dientes. Y, como tal, así sucede en este poslaurentis, sin duda el más triste después del San Lorenzo de mayor añoranza de tiempos pretéritos, toca ajustarse el cinturón y aplicarse con lo mejor de cada uno de nosotros para reconquistar bienestar a golpe de los pedales de talento, esfuerzo y compromiso.

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