Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La universidad que necesitamos

Avanzar en apenas dos años más de un centenar de posiciones y quedar la 424 en un campo de 20.000 no debiera admitir peros. La Universidad de Zaragoza ha alcanzado ese puesto en el ranquin académico mundial, que significa ni más ni menos que ha servido de una manera más eficaz a la sociedad en la que se desenvuelve y también, por su propia condición específica, al conjunto de la humanidad. Entre los factores de análisis se encuentra por supuesto la capacidad de egresar alumnos preparados para afrontar sus retos profesionales con garantías no sólo para sus organizaciones sino para la sociedad. Pero adquiere una trascendencia fundamental en los últimos años la excelencia investigadora, quizás el aspecto en el que la institución aragonesa ha evolucionado de una forma más sobresaliente. Al igual que el año pasado Luis Alberto Moreno, en esta edición se ha incorporado como uno de los científicos más influyentes a Yamir Moreno Vega, responsable en el desarrollo del simulador del comportamiento humano más grande del mundo, en un proyecto de cooperación internacional.

Una de las mejores maneras de garantizar que la universidad progrese adecuadamente es acelerar el incremento de la inversión pública y concitar también la participación privada. La educación superior ha de ser, más allá de su cultivo de la enseñanza, el cerebro desde el que emane la innovación que nos hará competitivos no sólo económicamente, sino también en otras facetas vitales como la salud, la nutrición, la ciencia, las humanidades y todas las disciplinas que enumeró Aristóteles y se han diversificado y multiplicado con la irrupción de las nuevas tecnologías. La clasificación es importante, pero lo nuclear es el servicio que presta a toda la sociedad.