Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Tensar el músculo humanitario

En las crisis, en las emergencias, en las catástrofes, en los desastres patentes y hasta latentes, las personas y las comunidades somos sometidas a una prueba suprema de su carácter humanitario. El músculo se tensa por la tentación conservadora de mirar introspectivamente y olvidarnos de nuestra condición social de individuos que conviven y, precisamente en esa condición, es como brota su plenitud. Incluso egoístamente, los países y las regiones más desarrolladas debieran disponer los recursos precisos para reequilibrar los territorios y ayudar a los más vulnerables y perjudicados porque, sin duda, las sinergias pasarán de negativo o de cero a oportunidades para el futuro.

La tentación, en plena pandemia, con el desempleo galopante y empresas en severas dificultades, es pretender que las administraciones corten el grifo de la ayuda y la cooperación humanitaria. El Gobierno de Aragón ha invertido más de 10 millones de euros en 151 proyectos y suma ya 26 años habilitando una consignación presupuestaria para estos fines, con distintos ejecutivos de diferentes ideologías. Seguramente, con más visión de la miope de muchas dioptrías -que no es incompatible con la incapacidad de detectar también necesidades en nuestro entorno más inmediato-, seremos capaces de vislumbrar que dotar de determinadas infraestructuras y servicios básicos a países en problemas deparará en el futuro ventajas de todo orden, no sólo económico sino también geoestratégico. El espacio que no ocupen los países democráticos que predican las bondades de los Estados de Derecho acaba siendo detentado por otros regímenes con intenciones más espurias que, a medio y largo plazo, derivarán en vulneraciones de derechos humanos en el destino y en tensiones en el tablero internacional. Pensemos las consecuencias.