Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

Sánchez vuelve de vacaciones, ¿para hacer qué?

Sánchez vuelve de vacaciones, ¿para hacer qué?
Sánchez vuelve de vacaciones, ¿para hacer qué?

Que no niego yo, contra lo que hacen algunos, el derecho de nuestro presidente y de sus ministros a tomar unas vacaciones. Hay que reconocer que han tenido una etapa muy dura y que la que les/nos espera lo va a ser, presumiblemente, aún más. Dicen que Sánchez ha adelantado su regreso de Doñana tres días alarmado por una dura crítica de Bloomberg: si lo dice un medio internacional causa mucho más efecto que las advertencias internas. Pero yo prefiero que venga descansado, despejado, con ideas nuevas más allá de fiarlo todo a la magia de imagen de aquel a quien las lenguas viperinas llaman Godoy. Pasó ese tiempo, el momento en el que el inquilino de La Moncloa, en sus extrañas ruedas de prensa, pretendía vanagloriarse de estar haciéndolo mejor que la mayor parte de los países que nos rodean; los números, los hechos, la dura realidad, no avalan nada de eso. Más bien al contrario. Por eso ahora hay tantos silencios.

Poco importa que se haya ido de vacaciones, primero a La Mareta, luego a las Marismillas, si con su presencia nada tenía que aportar. Y creo que, ante el pavoroso rebrote de la pandemia, que nos convierte en el farolillo rojo de Europa, ante las pésimas perspectivas económicas, ante el lío provocado por la misteriosa marcha de quien fue jefe del Estado durante casi cuarenta años, ante la rebelión de los jueces, de las autonomías, de los ayuntamientos, ante el desbarajuste absoluto en que se ha convertido este país sin seguridad jurídica, en el que el prometido salario mínimo vital ni se paga, hay que dar respuestas nuevas. Que Sánchez, a la ida a sus vacaciones, no tenía.

Veremos si ha imaginado algo nuevo ahora que ha vuelto. De momento, me parece que lo más urgente que el presidente debería hacer, aparte de convocar esa conferencia de presidentes autonómicos para tratar de unificar criterios ante la vuelta a las aulas, que esa es otra, sería llamar a Pablo Casado, encerrarse con él en La Moncloa, o donde sea, y no salir de allí hasta que ambos hayan llegado a un acuerdo para la reconstrucción de este país, abordando los problemas uno por uno, por separado, y buscando soluciones conjuntas. No sé si alguno de los dos tiene verdadero deseo de llegar a pactos que abarquen desde los Presupuestos hasta la renovación de los jueces o un mejor funcionamiento del Parlamento. Pero nuestra obligación es exhortarles a que lo hagan, porque todos lo necesitamos. Creo que, contra lo que ambos piensan, el uno necesita al otro para sostenerse. Y si, en esa simbiosis, Pablo Iglesias y cuanto representa constituyen un obstáculo, pues se remueve ese obstáculo y en paz. Es casi tan fácil hacerlo como decirlo.

Alguien en el nuevo equipo directo del Partido Popular me comentaba, medio en broma medio en serio, que "ahora una de nuestras tareas sería facilitar que Pedro Sánchez pueda dormir tranquilamente", en referencia al "insomnio" que el propio Sánchez dijo que le produciría tener a Iglesias y compañía podemita en su Gobierno. Es algo que, por muchas razones, no puede prolongarse mucho más. Son muchas las cosas que Sánchez, a su regreso de vacaciones, tendría que hacer porque no las ha hecho. No es el único culpable de la degradación del país, obviamente. Cierto que Sánchez ha tenido que hacer frente (no muy bien, es la verdad) a una pandemia devastadora. Y que ha heredado, sin saber resolverla, una situación intolerable en una parte del territorio nacional, Cataluña. Pero bajo su mandato se ha acelerado el deterioro de instituciones, de la economía y de la convivencia y la moral nacional mucho más que en la mayor parte de los otros miembros de la Unión Europea. Basta de sacar pecho exultante por lo que se dice que se ha hecho bien y, en realidad, por algo habrá salido tan mal. Si se quiere que todo resulte de otra manera habrá que hacer las cosas de manera diferente, digo yo, parafraseando a Einstein. ¿Será ese el espíritu post-Marismillas? Espero que pronto lo comprobemos.