Opinión
Por
  • TEÓFILO MARCO ESTELLA

Címbalo estruendoso

Muchas cosas han dicho los grandes hombres sobre la libertad, unas ciertas y otras no tanto. A los que dicen a "grito pelado" como címbalo estruendoso que tienen, que quieren libertad, hablando claro, para hacer lo que les da la real gana, hay que recordarles esto: "la libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten; y si un ciudadano puede hacer lo que prohiben no habrá tal libertad, puesto que los demás podrían hacer otro tanto". (Montesquieu) "¿Libertad para qué?", frase de Posada Herrera, en el Congreso impugnando la concesión de los derechos individuales, que defendían los demócratas, y que fue llamado por sus enemigos "el padre de la corrupción electoral" (1815-1885).

Muchísimo tiempo después, Fernando de los Ríos, un ministro socialista durante la segunda República española, refirió que cuando fue a Moscú, ante las explicaciones de Lenin, dijo a este: ¿pero qué hacemos con la libertad ¿Libertad?, repuso Lenin, ¡para qué! Es una realidad histórica que en los Estados totalitarios, por ejemplo comunistas y de otras ideologías, no ha habido ni hay libertad igual para todos los ciudadanos.

F. Hegel, que no olvidó los estudios teológicos de su juventud, reconoce que el concepto de la libertad universal para todas las personas se debe gracias al Cristianismo. Este concepto era desconocido en el mundo oriental, y permanecía ajeno al mundo grecorromano, el cual, aun teniendo conciencia de la libertad civil, sabía que solo "algunos hombres" son libres como ciudadanos y no el hombre en cuanto tal, es decir, cada hombre en virtud de sus privilegios, fuerza, hacienda, cultura... Sí, en el ayer, libertad para los poderosos y no para el hombre común. Y aún hoy en algunos lugares del mundo sucede lo mismo.