Opinión
Por
  • F. GARTÓN

Al interino errante

Lps hay de dos condiciones: el que se ha enterado hace apenas una mano de días y el que lo hará hoy. Depende de su alumnado, de su grado.

El interino es una biblioteca ambulante, un versátil baúl de saberes, flexible como el junco al que azotan los vientos de los vicios sistémicos pero siempre sigue en pie. Eso sí, plantando fuerte allí donde va, porque la reciedumbre se cultiva a golpe de construir edificios de pedagogía sobre las incertidumbres.

Quizás cupiera pensar, así lo hacían mis amigos Jorge, Carlos, Manuel y María, que los tiempos del teletrabajo hubieran despertado el afán de mejorar los defectos estructurales, esos que trascienden gobiernos, legislaturas, ministros, consejeros y hasta funcionarios, inmunes a las otrora quejas de sindicatos -hogaño adormecidos en los laureles de su subsistencia en confort- y también a la rabia de los afectados.

Póngase, dilecto lector, en la vida de uno de estos temporeros de las aulas. Dicho sea con el respeto a la enorme dignidad de sus trabajos y de sus personas, la misma que quienes recogen la fruta o los que limpian las calles de nuestras inmundicias. 25, 26, 27 de agosto. Incluso 31. En su casa de verano, porque en el otoño puede estar en el Matarraña o en el Sobrarbe, en el Bajo Cinca o en Calatayud. Y el día 1 de septiembre tocan a retreta. Al colegio de destino. En el intervalo horario -porque apenas son un ramillete de horas-, ha de encontrar alojamiento y, una vez personado ante el equipo directivo del centro, conocerá cuál es su destino y el contenido de sus clases: si será segundo o cuarto, tercero o quinto. El saber del interino, como su paciencia, no ocupa lugar ni entiende de límites. Si acaso, tan sólo las materias de su especialidad.

El interino es como los deportistas de riesgo: la fascinación está en la aventura y en la inexistencia de certezas. Un monumento para él, junto a otro de la decrepitud de las inercias.