Opinión
Por
  • RAQUEL BROTO

San Vicente

Por si queda algún infausto director vivo, que lea atento mi carta.

En "parvulitos" tuvimos una maestra cojita, que repartía bofetadas a discreción. Sólo teníamos cuatro años. Las niñas bien, por supuesto, iban a la otra clase. Y aún así, el colegio se vació.

Seguimos. En segundo de EGB, doña Rosa veía mal cualquier cosa que hacíamos. En 3º y 4º, nos separaron chicos y chicas. ¿Resultado Las niñas bien, y no tan bien, se sumaron a no sé qué causa y me estuvieron apaleando durante un año, al montón, en los recreos. Nadie hizo nada. Yo pasé un año sin hablar con nadie, y luego sí, pegué a Sandra, pero es que, como comprenderán, tenía tanta rabia... ah, por cierto. Una chica a la que le clavé una mina de un lápiz, y mi "mejor amiga", las dos, eran las líderes de la tunda diaria.

Había que sobrevivir. Y seguir. Los chicos no eran mejores. De hecho, pasados 15 años, uno de ellos se suicidó. El resto tuvo el "gran detalle" de venir a contármelo al bar que yo solía frecuentar, con nuevas amigas. Ya me lo habían contado en casa.

Nuevas amigas, nuevas relaciones. Una panda de energúmenos, tanto unos como otras, tanto los de antes como los de después. ¿La diferencia Se librarían de las agresiones que yo sufrí.

Me congratula saber que ahora los colegios están dirigidos por tantos y entusiastas buenos profesionales, y que son un remanso de paz. Es una pena, de la que yo he participado, que los institutos sean ahora el lugar donde suceden esas tragedias. El mío fue tranquilo, supongo que porque yo cambié de aires, y también experimenté una pérdida. Ahora vengo de otra.

De verdad: son todos unos miserables. Si quieren seguir haciendo ver que valen la pena, adelante. Yo ya he puesto mi granito de arena, tanto para lo bueno como para lo malo, pero que conste, que yo era good-natured.