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Hoy comienza un examen decisivo

Recurrentemente, una vez al año se cumple esa premisa que establecía el coronel de García Márquez: la ilusión no se come, pero alimenta. Es el día de la apertura de las aulas, de los reencuentros entre los alumnos, del brillo vocacional de los ojos de los profesores, del orgullo de los padres cuando dejan a sus hijos, en perfecto estado de revista, ante el trascendental momento de reiniciar su formación para convertirse en seres humanos de provecho. Si asoma septiembre y los colegios no giran las llaves de sus puertas, sólo puede significar que nos hallamos ante unas circunstancias anómalas y destructivas. Tanto como si los recintos quedan clausurados a cal y canto en los meses decisivos de marzo a junio.

Más de 1.700 pequeños de Primero de Infantil son la avanzadilla de un curso que, a lo largo de la semana, continuará hasta incorporar a 18.143 estudiantes en nuestra provincia. Luego será el turno de los de Secundaria y finalmente los universitarios. Al cosquilleo nervioso rutinario anual se suma en esta ocasión la incertidumbre sobre la aplicación de los protocolos covid-19 erigida en un factor que determinará, junto con otros criterios, la consideración de la eficiencia en el reintegro en la enseñanza. Junto a las materias sobre las que versarán los conocimientos y las habilidades docentes para impartirlas, concentradas en el gran objetivo de esa infancia que hace crepitar los pupitres con su incontenible movimiento, dependerá un balance que imperativamente tiene que ser positivo porque en esta coyuntura estamos actuando sobre el presente para proyectar el futuro. La regla número uno que hemos de interiorizar todos es la protección, en una asignatura que nos incumbe a los profesores, al resto de profesionales, a los padres, a la administración y toda la sociedad. Llega el examen fatídico. Hay que superarlo.

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