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Balcones, simbología y solidaridad

En un viaje de ida y vuelta, los balcones han transitado de un espacio para tomar el sol, para tender la ropa, para aliviar las carencias de espacio, para colgar adornos o para celebrar humildes encuentros a ser escenarios con una simbología de los valores de las personas. Durante las semanas más críticas de la pandemia, ayudaron a exteriorizar nuestros sentimientos de gratitud a los profesionales sanitarios y de todos los ámbitos que convirtieron su esencialidad en un servicio indispensable para todos, signo de generosidad manifiesta. De vida. La tristeza e inquietud de puertas adentro se metamorfoseaba en esos minutos diarios de baile, de ovaciones al paso de las sirenas, de saludos entre vecinos que estrecharon lazos después de tiempos de saludos si acaso formales.

Llegó la "suelta" y las terrazas quedaron despobladas. Un retorno a la vieja normalidad, que parecía recuperable. Sin embargo, la nueva acechaba a la vuelta de la esquina. Agosto castigó a la vez las imprudencias y la relajación no sólo de los ciudadanos, sino también de las administraciones. Pero, en la imposición de suspender las fiestas patronales, emergieron oportunidades en San Lorenzo, con la iniciativa para que los pañuelos verdes embellecieran los balcones con el aditamento de la solidaridad con la Asociación Española contra el Cáncer. Y luego llegaron las de Barbastro y el acuerdo se repitió, azul en lugar de verde, porque las buenas obras abarcan toda la paleta cromática. Y ahora Monzón anuncia idéntico gesto con una organización tan meritoria. En el futuro, nuestros balcones estarán asociados a estos tiempos en los que extrajimos lo mejor de nosotros para vencer una grave amenaza aprovechando para hacer el bien. En el presente, los necesitamos como conciencia de que la libertad hoy exige responsabilidad.

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