Opinión
Por
  • MODESTO ARJONA ORTIZ

Pornografía inmobiliaria

Hace unos días, con el sorprendente papel de una emisora local como portal inmobiliario, supimos que salía a la venta en la ciudad un chalé urbano por un millón doscientos mil euros. Pertenece a los herederos del empresario que dirigía la empresa Albajar, dedicada a la fabricación de maquinaria agrícola y que cerró sus instalaciones en 1993. Parcela de 5000 m2 con chalé de 700 m2 útiles, tres plantas, dos cocinas, siete habitaciones, cinco baños, piscina, terraza, garaje y trastero. Al parecer, los herederos marcharon muy descontentos con la ciudad porque los empleados de la fábrica empezaron a exigir sus derechos y se acabó la docilidad y el abuso que permitió pingües beneficios a los empresarios desde que Paquito chocolatero (Franco) montó su chiringuito en este país.

Cristina Pedroche y su pareja han cambiado de casa y desde Vallecas se han mudado a un chalé de las afueras. Tres plantas, siete habitaciones, cuatro cuartos de baño, jacuzzi, dos trasteros, garaje para cuatro coches y 1000 m2 de jardín con caracoles. Pedroche, cuya principal habilidad consiste en mantener en vilo a millones de espectadores hasta descubrir qué modelito presenta en la noche de las campanadas, demuestra ser una tontaina al manifestar que "hacer una mudanza es algo horrible".

En el momento en que escribo esto, en Huesca hay una orden de desahucio a una mujer con dos hijos a su cargo, separada tras denuncia por malos tratos, al no permitirle el banco suscribir un contrato de alquiler social derivado de una dación en pago.

Sin hablar del rey emérito, con ese previo y con la que está cayendo, la autoridad económica o judicial que solicite, dictamine o autorice un desahucio sin una alternativa habitacional garantizada, merece que le den cuatro yoyas por su sitio. Y la máxima autoridad política de la ciudad en la que ocurra eso, léase alcalde, también merece reproche por no intentar evitarlo, teniendo opciones para hacerlo.

Es una vergüenza y una obscenidad lo que ocurre con el tema de la vivienda. Estamos perdiendo el oremus y el justo sentido de las cosas. Y si la justicia no es capaz de pararle los pies a los bancos, es justo y necesario que los propios ciudadanos lo hagan. Respetuosamente...