Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Comercio bailón

Comercio bailón
Comercio bailón
S.E.

Debieron inspirarse en ese proverbio sufí: Dios te respeta cuando trabajas, pero te ama cuando bailas. Las entiendo, conecto con ellas, porque merecemos todas las bienaventuranzas quienes soportamos todas las tormentas perfectas. A nuestras entrañables tiendas los agoreros les ponen el RIP. Que si grandes superficies, que si amazones, que si glovos, que si deliveroes, que si gurús robóticos... Y les hablan de hábitos. ¡Ja! A tenderas y tenderos, que conocen por los ojos (incluso en la fiesta de máscaras de hogaño) hasta qué tal día tiene su cliente, que más que en ningún formato, es amigo. Que adivinan sus intenciones y leen sus pensamientos, tal es la relación entrañable.

Si por la vacua posmodernidad fuera, estarían postrados en viejas sillas, musitando penas, llorando como Boabdil el chico, pero...

El comercio de Huesca es bailón, inasequible al desaliento. Y, en su compromiso cívico, decidieron que el lenguaje había de ser místico. Jerusalema, de Master KG y Nomcebo Zikode. Veo bailar a Vicen con su alma, a la electrizante Ana Isabel, a Lara y sus compis, a Luisa y Diana, al escapista Alfonso, a las bámbalas, los fabras y tantos y tantos hermanos marchosos. Afrogóspel profundo que anima y convence. Como la canción, sólo cuarro acordes: empatía, calidad, formación y confianza. Corazón de la ciudad para latir y movernos, para proteger lo nuestro, elevar la mirada y trascender.

Si son nuestros amigos, correspondámosles, ¡caramba! Atiendan lo que decía Lorenzo, el protagonista de El Mercader de Venecia de Shakespeare: no hay que fiarse del hombre que no tiene música en sí mismo y no se mueve por la concordia de dulces sonidos. Con ellas, con ellos, armonía.