Opinión
Por
  • CARLOS HUE GARCÍA

Expectativas de éxito en educación

Asistía hace unos días a una conferencia en la que un profesor exponía la diferencia de metas en la vida entre un colegio público en el estado de Ontario, Canadá y lo expresado por gran parte del alumnado aquí, en los centros educativos de España. Mientras que, en nuestros centros, preguntados alumnos y alumnas de la ESO cómo se veían de mayores, respondían que no sabían si terminarían los estudios, que no sabían si tendrían trabajo, que no sabían si podrían formar una familia, los chicos y chicas canadienses se veían como triunfadores en la abogacía, la empresa, la medicina o como inventores de algún producto que llegase a cambiar el mundo, como una vacuna contra el cáncer. Esta comparación no dejaba de ser una anécdota ya que no se había hecho un estudio científico de comparación, pero me sirve para hacer una reflexión. El éxito académico, nos dicen las investigaciones, depende en gran parte de las expectativas del profesorado, de las familias y, en definitiva, de la sociedad. En este momento, que una nueva Ley de Educación se está redactando, pido a los diputados que cambien en ella un sentimiento de derrota, por un sentimiento de éxito. Y no me refiero solo al éxito académico, al éxito laboral, sino también, al éxito vital. Pido que esa nueva Ley se fije más en las actitudes que en los conocimientos; en las competencias, que en las asignaturas; en la educación que en la enseñanza. Y me atrevo a pedirlo desde una escuela, la aragonesa, que dio un Premio Nobel, don Santiago Ramón y Cajal.