Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Obedecer a la conciencia

Con los obispos, sucede como con el litigio: gana el nuestro, el de Barbastro-Monzón, don Ángel Pérez, frente al ilerdense, Salvador Giménez. En términos pugilísticos, el prelado ilerdense ha hecho un auto KO con el recurso de apelación contra la sentencia de diciembre del pasado año que ordenó la devolución de las 111 obras de arte, apelando a una presunta falta de libertad en su reconocimiento de la propiedad aragonesa de los bienes por el principio de obediencia debida a las sentencias vaticanas. El hecho de que, contrariamente al fallo judicial, no procediera al retorno "inmediato" de las piezas delató al jerarca catalán, del que cualquier persona avezada hubiera adivinado una estrategia dilatoria, obstruccionista.

Quizás no era esperable el zafio argumentario de quien se muestra como un pastor cuyas miras son tan cortas que no merece ostentar la distinción jerárquica de una institución universal como es la Iglesia. En realidad, el desacato no es a una determinación de un tribunal, sino a la coherencia y conceptos como la ética, la buena fe y la verdad, que debieran ser inseparables del desempeño de la labor de un obispo.

Por el contrario, y desgraciadamente en el otro rincón del ring porque Giménez no ha querido solucionar el desafuero como corresponde a un Estado de Derecho y a las voluntades vaticanas, monseñor Ángel Pérez estuvo impecable en la respuesta, proporcional en su tono a la "humillación" que pretende perpetrar su homólogo leridano a sus feligreses, tajante en la consideración de que asistimos a un nuevo escándalo en una carrera en la que los altoaragoneses nos mantenemos en nuestra postura incólume de buscar junto a la justicia vías para la concordia, a pesar de que reiteradamente desde la otra linde sólo se profiere hostilidad irracional. Eppur si muove. Volverán los bienes.