Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

Tiempo de poner pies en pared

Así que el cuento de bajar el IVA de las mascarillas del otro día no era más que la cortina de humo para intentar disimular que en la negociación para cerrar los presupuestos se consumaba algo que era muchísimo más grave, indigno, miserable y mezquino. Pablo Iglesias, que cuando toma conciencia del poder que detenta le gusta revestirse de esa solemnidad impostada que le sienta tan mal como la corbata, lo ha dicho con todas las sílabas y no cabe llamarse a engaño. A pesar de que el Gobierno tenía abiertas de par en par otras opciones, aunque hubiera sido solo la que le ofrece Ciudadanos, ha hecho que eso fuera imposible y celebra que los presupuestos se vayan a pactar con Bildu. La base de lo que se llama "coalición Frankenstein" que es la mayoría de la investidura, se dispone a poner en práctica sus planes o lo que sea, porque por ahora solo están seguros de estar de acuerdo en lo que quieren romper, pero no creo que tengan una idea clara de qué quieren hacer después.

Lo que Bildu representa, y a día de hoy no ha desmentido, es la versión según la cual fueron las víctimas la causa del terrorismo, que ETA no tuvo más remedio que matarlos y que aquellos que fueron asesinados, Miguel Ángel Blanco, por ejemplo, en realidad lo merecían. Detrás de esas siglas manchadas de sangre están los asesinatos de muchos ciudadanos de bien, entre ellos socialistas, y la vida miserable de otros miles que tuvieron que elegir entre irse del País Vasco o vivir con guardaespaldas mirando todos los días debajo del coche. Arrepentirse significa renegar de lo que se ha hecho mal y prometer enmendarlo, mientras que ayer mismo en el Parlamento Vasco lo dijeron bien claro: "Vamos a Madrid a destruir definitivamente este régimen en beneficio de las mayorías y los pueblos". Lo que no consiguió ETA con más de veinte años de asesinatos se lo ha dado Pedro Sánchez a cambio de unos votos que no necesitaba, para diseñar unos presupuestos que por otro lado no tienen ni pies ni cabeza. Es así de grave. Y a todo esto, Pedro Sánchez, que se hartaba de dar la paliza por la tele en el estado de alarma, ahora ni siquiera tiene el valor de dar la cara.

He leído un mensaje del presidente extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara, diciendo cuánto le repugna todo esto de que el Gobierno se entienda con Bildu que tiene la jeta de calificar como "un fracaso como país". Hombre, Pedro Sánchez ha contribuido un poco, ¿no El buen hombre lo dice y acto seguido añade que esto le da tanto asco que se va a ir a una farmacia para comprar un medicamento antiemético que según he visto es algo que sirve para evitar los vómitos. Vamos, para tragárselo todo con patatas y que se le pasen las ganas de regurgitarlo.

Luego está Javier Lambán, a quien no le puedo negar las virtudes que tiene para mantener la estabilidad en Aragón, y a quien todo el mundo sitúa en el bando de los "barones" socialistas que están a disgusto con los planes de Sánchez, aunque me da la impresión de que hace tiempo que el antiemético se lo toma ya todas las mañanas como medida preventiva. Lamento que su audacia no pase de ahí.

Imagino que hay socialistas, muchos, que se sienten como yo, extremadamente preocupados porque vamos a pasar por la peor crisis económica de nuestras vidas gobernados por una pandilla de irresponsables que solo piensan en que ahora pueden hacer la revolucioncita que soñaron siendo adolescentes aprovechando que Pedro Sánchez les ha dejado las llaves del Gobierno. Incluso puede que haya alguien dentro del gabinete que sea consciente de la gravedad de la situación. Bueno pues ha llegado el momento de que lo digan, de que lo denuncien, que se opongan y que si hace falta hagan el sacrificio de dimitir, porque de otro modo se convierten en cómplices. Plantándose ganarán toda la dignidad y el respeto que pierden cuando siguen callados. En el futuro, cuando toda esta catástrofe se consuma, los responsables dirán que la culpa fue de "los de Colón" por no haber impedido que Pedro Sánchez tuviera que pedir los votos a Bildu, pero es mentira. Otra mentira. Y esta no se la tragará nadie.