Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

La plaza Cabrero

La plaza Cabrero
La plaza Cabrero
R.G.

Hay directivos cuya carta de presentación reza que en su vida no han tenido un amigo en su entorno laboral. No es que contravengan la doctrina de Gardner, sino que la vanagloria de la antipatía los convierte en mentecatos, esto es, privados de mente. Quizás no lo sepa, pero en su entorno y el mío, querido lector, pulula al menos uno.

Reconforta la iniciativa de los Cabrero, Santiago, Tito, Agustín y Luis, mentes pensantes y amistosas con los suyos. Sus centenares de trabajadores exhiben un orgullo de pertenencia que no es sino la consecuencia de políticas empáticas, las que la familia aplica con los clientes interno, externo y entorno (doctrina Bernués). Ahora, al interno le obsequia con un aguinaldo que ha inspirado a otras compañías: 30 euros para consumir en la hostelería oscense. Y muestra una senda de colaboración entre los dos sectores que ha de ser norma de virtud.

La cultura de Cabrero e Hijos se recarga con conocimiento y experiencia, garantías de innovación en sentido amplio. Nació la enseña como "Comercio de Ultramarinos y Géneros del País Agustín Cabrero Pardo", justo en 1914, la fecha que la historia fija como el final de La Belle Époque y el inicio de la Guerra Mundial. Ha sobrevivido, con Gregorio Cabrero Balaguer (segunda generación con Agustín) como eje eterno, a toda coyuntura, crítica o boyante, siempre con la ilusión que es el suspiro de la fantasía (greguería de Gómez de la Serna).

Cuando entren en los Alto Aragón, sepan que rezuman -cerca y fresco, lo nuestro- humanismo. Y cuando vaya el alcalde, recuerde el compromiso de una calle para don Gregorio, promovida por Huesca Excelente por idea de Raúl Benito. Y, si es plaza, más justa. Un emblema empresarial en callejero.