Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Ley Celaá, la oportunidad perdida

Las concentraciones de Masplurales en más de treinta provincias, entre ellas la oscense, expresó la oposición a la Ley Celaá de una parte importante -sin entrar en porcentajes ni cuantificación- a la Ley Celaá, exhibiendo una polarización que ha acompañado a la práctica totalidad de las legislaciones educativas a lo largo de toda la democracia. En el plano fundamental de las protestas, dos: el tratamiento de la concertada y el de la educación especial. En ambos casos, hay una evidente voluntad de poner cortapisas a la libertad, y es un mal punto de partida, en unos casos porque, contraviniendo al sistema de Un Mundo Feliz, no por repetir 64.000 veces una mentira se convierte en verdad, y, en otros, porque es obvio que se pone en entredicho un modelo eficaz que es admirado en todo el mundo y que es mucho más inclusivo que las falsas pretensiones de una integración que en muchos casos no propiciará sino daño, dolor y retroceso. En el tercero, el de la supresión del español como lengua vehicular, desgraciadamente se queda en un plano más de las ideas a pesar de que afecta, y muy sustantivamente, a la calidad de vida y de la educación.

Cada ley educativa es un fracaso. La de Isabel Celaá, lo es sin haber comenzado. Exactamente igual que sucedió con la de Wert, y por similares causas, nace abocada a sus limitaciones. Las comunidades del PP -como en aquel caso fueron las del PSOE- han anunciado una especie de insumisión que es una mala noticia. En cuatro décadas, se han desaprovechado las opciones para dialogar y preparar normativas que conduzcan a lo sustantivo: aportar la máxima calidad a todo el entramado educativo para egresar de las aulas a la sociedad ciudadanos preparados, reflexivos y críticos para guiar al país a un futuro mejor. La pandemia ha sido una oportunidad para repensar el sistema. Y la hemos tirado por el sumidero.