Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Contra la violencia de género

El Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra la Mujer se convirtió ayer en un grito más íntimo pero no más débil frente a una de las más graves vulneraciones de los derechos humanos que padece una sociedad que no acaba de expulsar de su seno conductas reprobables y extraordinariamente dañinas, que se cobran víctimas que ya no se cuentan anualmente, sino diariamente, por la extensión de un fenómeno incomprensible.

En el origen de un fenómeno que se extiende desde los orígenes de la humanidad hasta el presente y, presumiblemente, seguirá durante muchos años y hasta décadas por la propia evolución social, tradicionalmente se habían enumerado las conductas dentro de la familia, el consumo de alcohol y drogas, el carácter irrefrenable de determinadas personalidades, la pobreza, los estereotipos de la relación entre hombres y mujeres y aspectos del aislamiento social. En la confluencia de explicaciones, se van incorporando aspectos que tienen que ver incluso con las nuevas tecnologías o los canales de expresión de masas, desde las televisiones a internet, en una comunidad global progresivamente más centrado en los impactos de la imagen y menos en la lectura reflexiva y la comunicación serena, abierta y sincera entre las personas. Hoy, la casuística es tan dispersa que hay que reunir permanentemente los focos para atajarlos, cuanto antes mejor. En nada ayudan ni la confrontación ni los doctrinarismos, porque esta lucha depende mucho más de la ética que de las ideologías, del conocimiento que de vacuas oratorias, de la eficacia que de las soflamas. En la misma cesta, hay que poner todos los esfuerzos para fulminar, sin límite de recursos, una lacra inmunda. Y, en ella, hay que poner un elemento principal e irrenunciable: la voluntad.