Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Empatía con la hostelería

Empatía con la hostelería
Empatía con la hostelería
R.G.

En el enriquecedor Reset, Nuria Chinchilla aseguraba que, más que nunca, son precisas las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Y las actualizaba con la toma de decisiones para la primera y la inteligencia emocional en la última.

A 29 de noviembre de 2020, las cuatro están en riesgo y hay que conjugarlas para toda gobernanza. Imperativamente. No hay libre elección posible para la dirigencia, que, permítanme el anglicismo, debe ser "coach" que acompañe al administrado, a la sazón -aunque lo olviden en el ínterin de urna a urna- elector. el que tiene la facultad del albedrío.

El político ha pasado de aleccionarnos a abroncarnos, a imponer conductas, bajo su "sacrosanto" ordenamiento -versión profesora Chinchilla, "ordeno y miento"-. Y, en la arquitectura social a la que alude el coronel Baños, nos enfrentan con una trinidad sobre una espiral del silencio: sanidad, seguridad, sociedad. Toda discrepancia condena a la condición de "enemigo público". Y en el futuro convendremos que el virus no sólo mata, sino censura. Y que la divergencia es el eje sobre el que rueda la democracia. El monolitismo es insano.

Son hosteleros. Raúl aparta la mirada con tristeza: al frente no ve nada. Carmelo se desespera. Tapha se resigna. David cierra. Diego reflexiona: las montañas de la ley son menos salvables que las de Formigal. Josetxo y Ramón suspiran. El futuro propio es incierto. El de sus trabajadores, demasiado cierto. El de sus clientes, triste, europeizante. El desarraigo.

Cuando van a Sanidad, necesitan verdad y soluciones, pero también comprensión. Algún sí. Empatía. Y una sociedad que escuche. Nuestra cultura, nuestros hábitos, corren el riesgo de ser de "take away". Quizás no lo crean: nos jugamos nuestra vida.