Opinión
Por
  • TEÓFILO MARCO ESTELLA

Sesión continua

Leo y copio un acto de maldad de los muchos que hubo en la historia de la humanidad: "Habiéndose rebelado los boyardos contra Demetrio de Rusia, lo asesinaron y antes de enterrar su cadáver, lo destrozaron horriblemente. Más tarde, como si el cadáver les siguiese estorbando, lo quemaron, cargando un cañón con las cenizas y las esparcieron a los cuatro vientos".

La maldad y el bien, el trigo y la cizaña, es sesión continua en nuestra tierra, en todos los países del mundo. Así que no es de extrañar la presencia de los malvados terroristas de hoy.

Pero la maldad no queda impune y más pronto o más tarde, a los asesinos como a los cerdos con la matacía de antaño, les llega su San Martín. Apenas Caín asesinó con sus bárbaras manos a su hermano Abel, cuando la sangre de la inocente víctima comenzó a clamar venganza al Cielo. El castigo no se hizo esperar, y Caín fue maldecido por Dios. Y si aquí en la tierra no son castigados por la justicia humana, lo serán por la justicia divina, el mismo día de su muerte con juicio justísimo.

La verdad del juicio exactísimo, que Dios ha de hacer de nuestras vidas, encontró una expresión fiel en las leyendas que nos pintan a las almas siendo pesadas, en un platillo las obras malas y en el otro las buenas. Así lo pensaban los egipcios, los persas y este mito de la balanza penetró en Arabia, y Mahoma lo admitió en el Corán, poniendo en boca de Alá estas palabras: "Nosotros establecemos balanza justa el día de la resurrección". Los hadices se apoderaron del tema y lo pasaron con pormenores pintorescos. El Ángel Gabriel suele ser el encargado de pesar. Este mito de la balanza influyó en las leyendas cristianas, ya que no hay antecedentes en el Evangelio. Y se pone a San Miguel como el que pesa las almas. Nuestras abuelas rezaban un padrenuestro a San Pedro para que nos abra las puertas del Cielo, y otro a San Miguel para que nos pese las almas bien.

Lo de pesar con balanza las obras del hombre es una leyenda, pero la sabia y exacta justicia de Dios será una realidad. Nadie quedará sin premio o castigo. Y más de uno, por no comportarse como se debe con el COVID-19, también recibirá su bien merecido castigo.