Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

¿Tomará Junqueras el turrón en casa?

¿Tomará Junqueras el turrón en casa?
¿Tomará Junqueras el turrón en casa?

A la velocidad a la que van las cosas, responder "si" o "no" a la pregunta que encabeza este comentario es muy difícil. Todo depende de tantas variables -penitenciarias, fiscales, judiciales y, al final, de la mera voluntad del Ejecutivo, todo ello superpuesto- que aventurar si Junqueras y demás políticos presos podrán regresar a casa por Navidad resulta un ejercicio al menos arriesgado. Otra cosa es la conveniencia de que, en aras de normalizar una situación insostenible, sea o no conveniente poner fin a los tres años de prisión de los implicados en el "procés".

Y sí, me adelanto a decir que, guste o no, para mí sería mejor la libertad, con cuantos condicionamientos se quiera, de los golpistas que mantenerlos tras los barrotes. Porque este país es un polvorín y cualquier cosa puede hacer saltar por los aires los barriles de pólvora y entonces qué. Comprendo el enorme escándalo derivado de que alguien que ha contravenido leyes y órdenes del Tribunal Constitucional pueda abandonar tranquilamente la cárcel para convertirse en un héroe en las calles; a mí también me produce urticaria.

De la misma manera que entiendo que el partido del que Junqueras es líder moral, Esquerra Republicana de Catalunya, debería tener un difícil encaje en las tareas de gobernación de España, país al que ERC difícilmente reconoce. Pero me parece igualmente más conveniente que estén "dentro" (o así) que declaradamente fuera. La "conllevanza" orteguiana es urgente, y más cuando en Cataluña se van a despertar todos los dioses malignos dormidos con motivo de unas elecciones que corren el riesgo de convertirse en un plebiscito independencia sí-independencia no. Si para empezar a arreglar las cañerías y reconducir al menos a una parte del independentismo por caminos de una cierta paz con el Estado es preciso hacer, entre otras cosas, reformas penales, háganse. Máxime cuando de lo que se trata es de reformar un delito medieval, la sedición, pésimamente tratado en el Código. Eso sí, sería preciso que, para dar el audaz golpe de mano que quisiera el Ejecutivo, quizá frente al Tribunal Supremo y quién sabe si hasta frente a la Fiscalía, los golpistas y sus mentores -excluyo, obviamente, a los "otros independentistas", los afines al intratable Puigdemont- dieran muestran de alguna voluntad de colaboración con las tareas del Estado, más allá de intentar meter el dedo en el ojo "a Madrid".

El Gobierno Sánchez/Iglesias se la juega en el envite catalán, que no puede salirle mal al conjunto del país. Pienso que llegar a un consenso entre las fuerzas políticas sobre el "abrazo de Vergara", pero en versión catalana, resultaría muy útil para la buena marcha de la nación en su conjunto. Y ni Junqueras, los Jordis, Forn, Romeva, etcétera, ni el inestable fugado de Waterloo -que ya digo que es punto y aparte: nada que hacer con él_deberían poder impedirlo. A estas alturas, más de tres sombríos años después, los líderes del "procés" saben que con el Estado no se juega, por mucho que ellos hayan jugado a ser Nelson Mandela en la jaula dorada de Lledoners. . Nosotros, los de este lado del Ebro, que soñamos con ese país fuerte y unido que la política, mucho más que la pandemia, nos impide, deberíamos, a nuestra vez, saber lo que nos jugamos. Me siento obligado a decirlo yo, que me juzgo un crítico incansable de la política general de esta coalición impensable, pero lo cierto es que me parece que, en su estrategia flexible para ganarse en lo posible -en lo posible, digo_a los irredentos en Cataluña, Sánchez acierta más que yerra. Aunque también de esto último haya algo, faltaría más. Y aunque haya que aceptarlo tapándose la nariz.