Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Un currículo que incorpora el contenido rural

La experiencia demuestra que la educación se mueve en un delicado equilibrio entre la apertura de miras y de conocimientos que es obligada para formar a futuros ciudadanos con amplitud de horizontes, por un lado, y la atención a lo propio para arraigar las enseñanzas en el territorio sin caer en localismos de corto alcance. Visionar escenas de encuestas sobre cultura general en las que se constata una increíble ignorancia sobre cuestiones básicas de la literatura, la geografía, la toponimia o la historia provoca una desazón similar a un cierto desafecto por el idioma común de todos los españoles. Son, sin lugar a dudas, cortapisas que frenan la evolución natural de la persona, entre cuyas herramientas para la mejora intelectiva se halla en posición preeminente la curiosidad.

No debe, sin embargo, el sistema educativo fiar a esa cualidad el edificio colectivo de las generaciones jóvenes, porque la observación es un "músculo" que se ejercita con el tiempo pero hay que cimentarla en el entrenamiento del aprecio por la cognición de forma estructurada en las aulas. Que Aragón incorpore al currículo contenidos sobre el mundo rural, como ayer comunicó el consejero, es una buena noticia porque los alumnos deben conocer su entorno, aunque estas asignaturas han de ser imprescindiblemente compatibles con la larga distancia, porque la instrucción sólo abre las mentes si trascendemos las fronteras y los territorios para aprehender otras culturas, otras regiones y otros países. Pero también es cierto que una mirada introspectiva nos congraciará con los usos, costumbres y conocimientos de nuestros ancestros, de tal forma que encontraremos sentido a muchos de nuestros comportamientos y conductas, que enlazan directamente con el pensamiento colectivo cuyas bases están en nuestros pueblos.