Opinión
Por
  • ILDEFONSO GARCÍA-SERENA (PUBLICITARIO Y ESCRITOR)

Diego, suprema síntesis

Los genios australes suelen ser mitos universales y eternos. No importa lo que hicieron , son siempre trágicos. Muertos tempranos, generan más devociones que el eco de un dolor multiplicado por millones de voces.

La muerte de Maradona revela hasta qué punto Argentina es el país más emocional del planeta, aunque sus habitantes acostumbran a mirarse de reojo. Tal vez por ello el país más rico del Mundo sea a veces tan desdichado.

Diego era el genio universal del balón -una pasión que no me alcanza , o mejor dicho, una materia de la que nunca sabré nada- pero supera con mucho a aquella genialidad su inmensa y frágil naturaleza de niño perdido. El Pelusa. Maradona era un Dios o la mano de un Dios perdido ; y al mismo tiempo no era tanto un símbolo -no lo pudo ser- sino la suprema síntesis de lo argentino, como me dice desde allá mi primo lejano y próximo, Jorge, uno de los muchos que siente pero no pierde la visión de su Historia.

Hasta a mí me han conmovido esas emociones tan lejanas en la geografía por un hombre muerto, al que sin embargo no podré nunca entender en su verdadera humana materia, ni atisbar siquiera el misterio de la inteligencia de su cerebro particular, la que fuera o fuese. Como muestra de esa emotividad criolla ha escrito estos días una periodista sublime, Liliana Campazzo desde el país pampero: "Yo me robaría el cajón de Maradona.

Saldría en un carro...

como los que había en mi barrio cuando (era ) chica.

Me robaría al Diego para pasearlo por todos los barrios de pibes pobres...

dejaría que lo tocaran le tiraran flores, camisetas, pelotas de trapo...

Lo pasearía con una orquesta que tocara cumbias, tarantelas Un recorrido eterno dando vueltas...

Me robaría el cajón con las flores y lo sostendría en este viaje hasta que el sol la lluvia la tierra el viento lo volviera cenizas que volaran por todo el territorio de la Patria ..." En fin, descanse en la gloria el buen hombre y tengan los argentinos la suya en otro mito universal .

Otro más, ché.